“Si eres gay y juegas a fútbol, tan gay no serás’, nos dicen…”
Jugadores de cinco equipos que disputan la Queer’s League en Barcelona y una psicóloga especializada reivindican el Día Internacional contra la LGTBIfobia en el fútbol y analizan el camino por recorrer.

Comparten la pasión por el fútbol y que en algún momento de sus vidas tuvieron que dejar la práctica del deporte que tanto amaban por sentirse repudiados. ?Por qué? Por el mero hecho de no ser heterosexuales.
Afortunadamente, se han podido reunir en equipos inclusivos, espacios seguros para personas LGTBIQA+ “y también heterofriendlies, no vamos a ser nosotros quienes discriminemos”, apostillan, que conforman la Queer’s League. Una competición que se desarrolló en L’Hospitalet (Barcelona) el pasado domingo, al cobijo del Día Internacional contra la LGTBIfobia en el fútbol, que se conmemora este miércoles 19 de febrero, la fecha de nacimiento de Justin Fashanu, el primer futbolista de elite que se declaró homosexual.
“Queremos reivindicar que el fútbol no debe ser un privilegio, recuperando el derecho que todo el mundo tiene a jugar”, se arranca Pere Avilés, miembro de los Dracs de Barcelona, uno de los equipos de esta competición que ha eliminado incluso trofeos y clasificaciones, para alejarse “de una competitividad tóxica”.
El primer equipo trans federado de Europa
“Nos han vendido que solo hay un fútbol de verdad. Te dicen que si eres gay y estás jugando a fútbol, tan gay no serás. Y si una persona trans entra en el espacio, ya directamente se habla de adulteración”, denuncia Avilés, quien apostilla: “Debemos comenzar a desmontar la gran mentira”.
Casi por alusiones interviene Pol Marín, impulsor del Fenix FC, el primer equipo de Europa, y segundo en el mundo, conformado por hombres trans que juega en una Liga federada. “A los hombres trans nos costaba mucho tener un espacio seguro en un vestuario. Muchos de nosotros habíamos dejado el fútbol por comentarios de la grada, de rivales, incluso por amenazas”, relata. “Era tan fácil como tener un lugar al que llegar y explicar sin problemas qué tal te ha ido el día. Y ahora, no nos conformamos con jugar al fútbol, sino que queremos hacer activismo a través del fútbol”, asevera.
“Devolvemos a las disidencias el espacio que nos han quitado”, tercia Ricky Sánchez, jugador de Entenem, una asociación que el a?o pasado fundó su propio equipo. “Yo tuve que dejar el fútbol femenino, y que se creen estos espacios da vida es una fantasía. Es una segunda oportunidad, porque nos habían quitado el derecho a practicar un deporte”, lamenta. Y apostilla: “El deporte no es suyo, es para todes”.
“Es una segunda oportunidad, porque nos habían quitado el derecho a practicar un deporte”
Ricky Sánchez, de Entenem
Para Jordi Sans, coordinador de Panteres Grogues, un colectivo nacido en 1994, “somos una ocasión para educar a los peque?os”. Su experiencia surge ante un teclado: “Busqué en Google cuatro palabras: Equipo fútbol LGTBI Barcelona. Recuerdo cuando jugábamos en el cole, cuando los capitanes escogían. Yo era el último en ser elegido o directamente me decían ‘tú no, maricón, vete a jugar a otra cosa’. Aquí son bienvenidas las personas que no tenían cabida en los partidos de la escuela”, resume Sans.
Escondidos por lo que quieren ser
“Es una respuesta contrahegemónica, cuando se entiende el fútbol como un espacio hetero”, analiza Germán Mendivil, en representación de Ram del Futbol, quien abunda: “Incluso dentro de la comunidad te dicen que el fútbol es para heteros, ‘?pero si el fútbol es un deporte violento, es para hombres!’. ?Y yo qué soy? Son estigmas que superamos con el fútbol. Cuando jugamos nos olvidamos a qué comunidad pertenecemos, todos somos iguales”, celebra.
“No queremos seguir escondidos por ser lo que queremos ser”, sentencia Mendivil, y firman todos los demás debajo. También Llu?sa Fernández Giner, psicóloga especializada en acompa?amiento y ‘coaching’ al colectivo LGTBIQA+, que va moderando la conversación en el Centre LGTBI de Barcelona.
“Incluso dentro de la comunidad te dicen que el fútbol es violento, que es para hombres. ?Y yo qué soy?”
Germán Mendivil, de Ram del Futbol

“El objetivo final es desmontar la masculinidad hegemónica, que da?a a todo el mundo”, manifiesta Fernández Giner. “No puede ser que en el fútbol normativo la homofobia esté normalizada, que cueste salir del armario, que te enfrentes a amenazas de muerte”, remacha.
Ejemplos, lamentablemente, para dar y tomar. Explica Marín que “un árbitro se pasó todo un partido haciéndole comentarios a nuestro capitán, del estilo ‘el fútbol no es para mujeres, no deberíais estar aquí quejándoos’. Decidimos que si nos volvía a pasar lo mismo, nos plantaríamos y dejaríamos de jugar”.
“A nosotros nos ha pasado que ponemos nuestra bandera en un campo y nos dicen: ‘podéis jugar, pero no la pongáis. Te permito, pero sigue las reglas. Haz lo que quieras, pero en privado”, denuncia Mendivil.
La trampa del sistema
Advierte Avilés que “el sistema tiende una trampa. Nos dice que Jakub Jankto (exjugador del Getafe, abiertamente declarado homosexual) sí puede jugar, pero porque no se le nota”, afirma. “?Que si hay gays en Primera? Pues claro, pero para haber llegado a ese nivel sin tener que dejar el fútbol lo han tenido que ir escondiendo”, asegura.
“?Que si hay gays en Primera? Pues claro”
Pere Avilés, de Dracs de Barcelona

Interviene ahí Fernández Giner para resaltar cómo “la homosexualidad está más perseguida en el fútbol masculino que el femenino. El lesbianismo se vive con más naturalidad, entre las futbolistas está aceptada, mientras que en el entorno masculino se rechaza”.
Y Avilés ofrece una clara evidencia: “Si es que ya no hace falta ser gay. Borja Iglesias, Ruibal o Héctor Bellerín se llevaron un enorme ‘hate’ en las redes, de gente que cuestionaba su sexualidad, por el mero hecho de llevar un bolso o de pintarse las u?as”. “Nos hacen falta referentes, no los tenemos, porque el sistema los machaca. Me encantaría que salieran jugadores profesionales del armario”, concluye.
“El reto principal es no tener miedo”, proclama Sans. Y convienen que se trata de una “lucha compartida. Lo que hemos sufrido no es culpa nuestra, sino de un sistema que nos deja deliberadamente al margen”. A lo que Marín cierra con un peque?o caso para la esperanza: “Hace poco, una madre vino con su hijo de 11 a?os a uno de nuestros entrenamientos. Era un regalo que le había hecho por su cumplea?os. Quizá algo sí estamos consiguiendo”.
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