Al pie del helic¨®ptero hab¨ªa un hombre muy moreno, barba poblada, largas patillas, vestido con un uniforme y gorra verde, botas militares y gafas de sol.
Ten¨ªa los brazos en jarra y nos miraba directamente.
El viento que levantaban las aspas detr¨¢s de ¨¦l le daban un aire misterioso.
¡ªMe llamo Alexander Corominas y soy agente para la protecci¨®n de la naturaleza ¡ªdijo¡ª. Vamos, lo que toda la vida se ha llamado agente forestal o guardia forestal.
Le observamos con la boca abierta.
¡ªTodos me llaman comandante, o comandante Corominas, pueden elegir ¡ªa?adi¨®.
Mi padre dio un paso al frente.
¡ªBuenas tardes, comandante Corominas, encantado ¡ªsalud¨®¡ª. Soy Emilio Garc¨ªa, detective privado, para lo que pueda usted necesitar. Antes fui polic¨ªa municipal, en cierto sentido ¨¦ramos compa?eros, je, je.
Corominas sac¨® un silbato que le colgaba del cuello y lo hizo sonar.
¡ª?Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! ?Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!
¡ª?Qu¨¦ pasa? ?Qu¨¦ ocurre? ¡ªpregunt¨® mi padre, desconcertado.
¡ªDe compa?eros nada, no vaya usted a comparar a un municipal conmigo ¡ªaclar¨® Corominas muy serio¡ª. ?Es usted el responsable de este campamento?
¡ªUy, no, yo solo soy el padre de un ni?o, hemos venido de visita a¡ ¡ªintent¨® decir mi padre.
¡ª?Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!
Corominas volvi¨® a cortarle con aquel sonido estridente.
Despu¨¦s se volvi¨® hacia el resto y pregunt¨®:
¡ªA ver, ?qui¨¦n est¨¢ al mando de este lugar?
Las cuatrillizas levantaron la mano.
¡ª?Nosotras! ¡ªdijo Jolly, con su habitual sonrisa de oreja a oreja¡ª. Somos Polly, Dolly, Molly y Jolly. Bienvenido, se?or comandante. Ah, yo soy Jolly, ya s¨¦ que es un poco lioso, ja, ja, ja.
Corominas neg¨® con la cabeza, aquella respuesta no le hab¨ªa gustado.
¡ªNo me est¨¢s entendiendo, peque?a ¡ªdijo¡ª. Vosotras sois unas cr¨ªas. Me refiero a un adulto responsable del campamento.
¡ªEso llevo yo preguntando desde hace d¨ªas y nada ¡ªafirm¨® Laura.
¡ªNosotras nos encargamos de todo, ?alg¨²n problema? ¡ªsolt¨® Dolly, molesta.
¡ªPues s¨ª, jovencita, varios problemas ¡ªcontest¨® Corominas, acerc¨¢ndose a ellas¡ª. Para empezar, esa caba?a est¨¢ construida en un Parque Natural, ?ten¨¦is todos los permisos en regla?
¡ªPues¡
¡ªPara continuar ¡ªsigui¨® el comandante Corominas¡ª, est¨¢ prohibido el acceso a esta zona a cualquier clase de veh¨ªculo de motor, esa roulotte no deber¨ªa estar aqu¨ª.
¡ªNo es nuestra¡
¡ªEspera, que no he terminado ¡ªvolvi¨® a interrumpir Corominas¡ª. Hemos recibido avisos de que en este campamento se han encendido hogueras, se han tirado desechos al r¨ªo y, por si fuera poco, se ha construido una tirolina gigantesca contraviniendo todas las normas auton¨®micas y estatales. ?Este lugar es un nido de infracciones! ?Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! ?Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!
Pens¨¦ que me iban a estallar los t¨ªmpanos con aquellos pitidos constantes.
¡ªTengo muchas ganas de llorar ¡ªdijo Polly, con un hilo de voz.
Mir¨¦ de reojo a Helena.
Ella a su vez cruz¨® una mirada con Parker Parkenson.
Creo que est¨¢bamos todos en shock.
¡ªNo deber¨ªa hablar usted as¨ª a unas ni?as, coronel Coromillas ¡ªintervino mi madre¡ª. La educaci¨®n y las buenas formas son lo primero.
¡ªComandante Corominas ¡ªle corrigi¨® ¨¦l¡ª. ?Usted qui¨¦n es? Si puede saberse.
¡ªJuana Casas, madre de uno de los ni?os del campamento ¡ªse present¨®¡ª. Aqu¨ª estamos para pasarlo bien y disfrutar de la naturaleza, con respeto al entorno, claro. No entiendo a qu¨¦ viene esta entrada triunfal que ha hech¡
¡ª?Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! ¡ªle cort¨® Corominas.
¡ª?A m¨ª no me toque el pito! ¡ªbram¨® mi madre.
¡ª?Lo tocar¨¦ cada vez que lo considere necesario, faltar¨ªa m¨¢s! ¡ªasegur¨® Corominas.
Y volvi¨® tocar el silbato con todas sus fuerzas.
¡ª?Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! ?Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!
Se puso rojo de tanto soplar.
Mi madre se alej¨®, dej¨¢ndole por imposible. Fue la primera vez que la ve¨ªa darse por vencida.
Despu¨¦s, el comandante se ajust¨® la gorra y pas¨® la vista por todos los presentes.
Uno por uno.
Como si nos estuviera examinando.
¡ª?Te has dado cuenta? ¡ªme pregunt¨® Camu?as, en voz baja.
¡ª?De qu¨¦? ¡ªsusurr¨¦, sin comprender.
¡ªEl nombre y el apellido tienen cuatro s¨ªlabas ¡ªrespondi¨® Camu?as¡ª. A-le-xan-der Co-ro-mi-nas.
Mi amigo ten¨ªa raz¨®n.
¡ªIncluso co-man-dan-te tiene cuatro s¨ªlabas ¡ªa?adi¨®¡ª. Aqu¨ª todo es de cuatro en cuatro.
Supongo que era una pura casualidad.
Pero resultaba inquietante.
Casi tanto como aquel silbato.
¡ªY no solo eso ¡ªcontinu¨® Camu?as¡ª. En la solapa del uniforme lleva cuatro peque?os ¨¢rboles dibujados.
¡ª?Y cuatro silbatos! ¡ªse?al¨® Marilyn.
¡ª?Ah¨ª va! ?Es verdad! ¡ªdijo Ocho.
¡ª???Silencio!!! ¡ªorden¨® Corominas.
Se llev¨® el silbato a la boca una vez m¨¢s, pero levantamos las manos implorando perd¨®n.
Por suerte, no pit¨®.
En lugar de eso, se quit¨® las gafas de sol.
Pr¨¢cticamente era de noche.
¡ªAcabo de tomar una decisi¨®n ¡ªanunci¨® el comandante muy solemne¡ª. Desde este momento, ?tomo el mando del campamento El Tr¨¦bol! ?Adelante, agentes!
Hizo una se?a y del helic¨®ptero saltaron media docena de guardias forestales muy j¨®venes, todos de uniforme.
Fueron formando un semic¨ªrculo a nuestro alrededor. Se mov¨ªan al ritmo que marcaba Corominas con el silbato.
¡ª?Piii! ?Piiiii! ?Piiiiiiii! ?Pi-pi-pi! ?Piiiiiiiiiiiiiiiiiii!
Se colocaron en perfecta formaci¨®n.
¡ªA partir de ahora, los agentes para la protecci¨®n de la naturaleza dirigiremos este lugar ¡ªsentenci¨® Corominas¡ª. Al menos, hasta que se aclaren ciertas cuestiones. ?Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!
Los otros seis agentes contestaron haciendo sonar sus respectivos silbatos.
?Piiiii! ?Piiii! ?Piiii! ?Piiii!?Piiii! ?Piiii! ?Piiiii!
¡ªYa sab¨ªa yo que algo malo iba a pasar ¡ªse lament¨® Molly.
¡ªY yo, y yo ¡ªcorrobor¨® Angustias.
¡ªA m¨ª me parece perfecto ¡ªdijo el abuelo Benem¨¦rito¡ª. Por fin alguien pone un poco de orden y disciplina.
¡ªGenial, comandante, pero debe saber que se ha producido un robo aqu¨ª en este campamento ¡ªinform¨® Alicia¡ª. Han sustra¨ªdo un trofeo de oro muy valioso, el Tr¨¦bol de Oro.
¡ª?Han presentado la denuncia? ¡ªpregunt¨® Corominas, interesado.
Miramos a las cuatrillizas, que a su vez se miraron entre ellas.
¡ªEstamos en mitad de la monta?a, todo es precios¨ªsimo, pero algunas cosas van despacio ¡ªse excus¨® Jolly¡ª. Todav¨ªa no hemos presentado una denuncia oficial, lo haremos muy pronto.
¡ªEst¨¢ claro que mi presencia aqu¨ª es muuuuy necesaria ¡ªconfirm¨® Corominas.
¡ªComandante, ellas nos quitaron los tel¨¦fonos m¨®viles nada m¨¢s llegar, es una injusticia, estamos incomunicados ¡ªprotest¨® Toni.
Corominas parec¨ªa tomar nota mental de todo.
¡ªPues mira, en el tema de los m¨®viles estoy de acuerdo con las ni?as, aqu¨ª no hacen falta esos aparatos que te anulan el cerebro ¡ªgru?¨® Corominas¡ª. Y mucho menos para los menores de edad. Venga, en marcha, hay mucho que hacer. ?Piiiii! ?Piiiiiiiiiiiiiiii! ?Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!
¡ªMe encanta, me recuerda a la mili, qu¨¦ tiempos ¡ªdijo Benem¨¦rito.
¡ªComo siga tocando el silbato a todas horas, la vamos a tener ¡ªadvirti¨® mi madre.
Felipe se rasc¨® la barba y levant¨® la mano.
¡ªDisculpe, es que no entiendo muy bien qu¨¦ quieren hacer, se?or comandante ¡ªdijo Felipe¡ª. ?Se disuelve el campamento o c¨®mo va esto?
¡ªAl contrario ¡ªcontest¨® Corominas¡ª. Adoro los campamentos, de peque?o yo era boy scout. El campamento sigue adelante seg¨²n lo previsto, solo que ahora¡ ?Yo soy el jefe y el que toma las decisiones!
¡ªEso no puede ser, este campamento no es suyo ¡ªreplic¨® Dolly, muy enfadada.
¡ªComo agente de autoridad y teniendo en cuenta la cantidad de infracciones detectadas, no me queda m¨¢s remedio ¡ªdijo Corominas, desafiante.
E hizo sonar el silbato.
¡ª?Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!
Casi todos nos tapamos los o¨ªdos, aquello era demasiado.
¡ª?Hasta nueva orden, nadie puede entrar y nadie puede salir de este campamento! ¡ªinform¨® Alexander Corominas¡ª. ?Vamos, cada uno a su tienda de campa?a!
¡ªPerdone, comandante, pero todav¨ªa no hemos cenado ¡ªintent¨® decir Tomeo.
¡ª?A las tiendas! ?YA! ¡ªbram¨® Corominas¡ª. ?Piiiiiiiiiiiiiiii! ?Piiiiiiiiiiii! ?Piiiiiiiiiiiiiiii!
Nos dispersamos, siguiendo sus instrucciones.
Y de paso, nos alejamos de los pitidos.
A rega?adientes, todos obedecimos.
¡ªDeber¨ªamos robarle ese silbato ¡ªpropuso Toni.
¡ªEstoy de acuerdo ¡ªdijo Marilyn¡ª, es insoportable.
¡ªDe momento, vamos a hacer caso, ni?os, luego ya veremos ¡ªpropuso Laura¡ª. Como alcaldesa, hablar¨¦ tranquilamente con ¨¦l.
¡ª?Y nosotros qu¨¦ hacemos? ¡ªpregunt¨® mi padre.
¡ªAhora resulta que no podemos mover la autocaravana, ya lo has o¨ªdo, habr¨¢ que esperar ¡ªdijo mi madre¡ª. Pues mira, nos quedamos aqu¨ª de acampada y que sea lo que Dios quiera¡
Se dirigieron hacia la roulotte.
Mientras los dem¨¢s fuimos a las tiendas.
Como hab¨ªamos vuelto a los equipos originales, dentro de las tiendas de campa?a tambi¨¦n hubo cambios.
Al menos, los de Soto Alto est¨¢bamos juntos.
Cambiamos los sacos de dormir y las mochilas y los nueve nos quedamos dentro de nuestra tienda.
Un poco m¨¢s all¨¢, en la tienda de los adultos, o¨ªmos a Laura y los entrenadores discutir con el abuelo Benem¨¦rito.
Dec¨ªan algo de que todo esto se hab¨ªa ido de las manos y que deber¨ªamos irnos.
Sin embargo, el abuelo dec¨ªa que deb¨ªamos darle una oportunidad al comandante.
Despu¨¦s de todo lo que hab¨ªa protestado, resulta que ahora era el principal defensor de quedarnos aqu¨ª.
¡ªEsto es un abuso de autoridad ¡ªmusit¨® Tomeo, cruz¨¢ndose de brazos en una esquina¡ª. Si no nos dan la cena, yo me declaro en huelga de hambre.
¡ªUna huelga de hambre consiste en dejar de comer durante un tiempo para protestar ¡ªexplic¨® Anita.
¡ªPues eso, huelga de hambre¡ hasta que nos den de cenar ¡ªinsisti¨® Tomeo.
¡ªEso no tiene sentido ¡ªintent¨® decir Anita.
¡ªPorque t¨² lo digas ¡ªcontest¨® Tomeo¡ª. Mira, me voy a tomar una barrita de almendras que tengo para las emergencias, y luego me declaro en huelga de hambre.
Le quit¨® el envoltorio a la barrita y se la comi¨® de tres bocados.
Estuvimos all¨ª un buen rato, esperando noticias.
Helena con hache estaba tumbada sobre su saco, cerca de la salida de la tienda, mirando hacia el exterior.
¡ª?Qui¨¦n cre¨¦is que habr¨¢ robado el Tr¨¦bol de Oro? ¡ªpregunt¨®.
¡ª?Otra vez con eso? ¡ªdijo Angustias, muy angustiado¡ª. ?No pretender¨¢s que nos escapemos esta noche y sigamos investigando?
¡ªNo es eso ¡ªrespondi¨® ella¡ª. Es solo que me ha venido una idea a la cabeza. Imaginad que el ladr¨®n es el comandante Corominas.
¡ª??Corominas!? ¡ªsalt¨® Camu?as¡ª. ?En qu¨¦ te basas?
¡ªEs solo una posibilidad ¡ªsigui¨® Helena¡ª. Pakete dijo que el ladr¨®n llevaba una capucha verde¡ como el uniforme que llevan los forestales.
¡ªYo creo que era gris ¡ªrebati¨® Camu?as.
¡ªImaginemos por un momento que era verde ¡ªinsisti¨® Helena¡ª. Un guardia forestal conoce este valle mejor que nadie. A lo mejor escondi¨® el trofeo y ahora ha venido a llev¨¢rselo en helic¨®ptero.
¡ª?Y todos los agentes forestales est¨¢n compinchados para el robo? ¡ªdijo Ocho.
¡ªNo lo s¨¦, solo estoy pensando en voz alta ¡ªmurmur¨® Helena.
¡ªDesde luego, ser¨ªa el robo perfecto, nadie va a sospechar de un guardia forestal, que es el encargado de vigilar ¡ªdije¡ª. Y puede que, en lugar de capucha, lo que vimos desde la tirolina fuera una gorra. Est¨¢bamos muy lejos y llov¨ªa mucho.
Nos quedamos pensativos.
¡ªYo sigo creyendo que el abuelo Benem¨¦rito es el principal sospechoso ¡ªdijo Anita¡ª. Ahora de pronto ya no quiere irse del campamento, va cambiando de opini¨®n a cada rato. Y sigue sin explicar por qu¨¦ escondi¨® los guantes y se cambi¨® de chubasquero¡
¡ª?Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!
Un gran pitido nos interrumpi¨®.
La voz del comandante reson¨® cerca de las tiendas.
¡ª?Atenci¨®n todos los participantes! ?Esta noche se proh¨ªbe salir de las tiendas de campa?a! ?Os vamos a dejar unas bandejas con la cena! ?Y luego a dormir, que ma?ana madrugaremos mucho!
Nos agolpamos junto a la entrada.
Los agentes m¨¢s j¨®venes iban pasando por todas las tiendas y dejando unas bandejas.
M¨¢s all¨¢, se pod¨ªa vislumbrar al comandante Corominas dando ¨®rdenes.
¡ª?Ya me han explicado las ni?as raritas eso de la competici¨®n! ?Ma?ana a primera hora disputaremos la siguiente prueba! ?Waterpolo en el r¨ªo! ?Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!
Nos miramos sin entender bien.
Entonces, ?segu¨ªa la competici¨®n como si tal cosa?
¡ª?De joven fui campe¨®n de waterpolo con mi colegio, qu¨¦ buenos recuerdos! ?Espero que est¨¦is preparados! ¡ªbram¨® el comandante.
Uno de los agentes forestales dej¨® un buen n¨²mero de bandejas met¨¢licas frente a nuestra tienda.
¡ª?Ah, y nada de tonter¨ªas como escaparse a medianoche o similar, que ya me han contado! Estaremos vigilando con mucha atenci¨®n. En este campamento, se acabaron las contemplaciones. ?Disciplina y orden!
¡ª?Bravo, comandante! ¡ªexclam¨® Benem¨¦rito.
¡ª?Silencio, he dicho! ¡ªreplic¨® Corominas¡ª. ?Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!
O¨ªmos sus pisadas alej¨¢ndose.
¡ª?Una cena ligera y a descansar! ?Prohibidas las linternas y las luces despu¨¦s de cenar! ?Ma?ana ser¨¢ el primer d¨ªa del nuevo campamento El Tr¨¦bol! ?Buenas noches! ¡ªdijo.
Y, por supuesto, de despedida, hizo sonar el dichoso silbato:
¡ª?Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!
¡ªPuf, esto es como el ej¨¦rcito ¡ªsuspir¨® Ocho.
¡ªO como una c¨¢rcel ¡ªprotest¨® Marilyn.
¡ªPues la cena no tiene mala pinta ¡ªdijo Tomeo, abriendo la tapa de la bandeja¡ª. Hala, se acab¨® la huelga de hambre, lo he pasado fatal, eh¡
Repartimos las bandejas.
¡ªSi alguien no quiere, yo repito ¡ªdijo Tomeo, engullendo sin parar.
Cenamos all¨ª dentro de la tienda.
Y al rato, nos quedamos dormidos.
No pod¨ªamos salir.
Ni encender una luz.
Ni nada de nada.
Mir¨¦ un rato las estrellas a trav¨¦s de la cremallera abierta.
El cielo estaba incre¨ªble.
¡ª?No duermes? ¡ªme pregunt¨® Helena, entre susurros.
Se acerc¨® tratando de no hacer ruido.
Y se coloc¨® muy cerca de mi saco de dormir.
¡ªNo duermo mucho ¡ªrespond¨ª.
??No duermo mucho??.
?Menuda respuesta absurda!
Siempre me pasa igual.
Pero cuando estoy cerca de Helena me pongo muy nervioso.
No porque me guste ni nada de eso.
Es simplemente porque Helena¡ o sea¡ tiene los ojos muy grandes¡ y parece que puede leerme el pensamiento y¡ ufffff¡ yo qu¨¦ s¨¦¡ ?Es Helena con hache!
¡ªMe encanta que volvamos a estar juntos los Futbol¨ªsimos ¡ªdijo.
Me entraron muchas ganas de darle un abrazo.
Desde que hab¨ªamos llegado al campamento estaba un poco rara.
O¨ªr aquello me hizo muy feliz.
¡ªA m¨ª tambi¨¦n me encanta ¡ªmurmur¨¦.
¡ª?Puedo cogerte de la mano? ¡ªme pregunt¨® ella.
Not¨¦ que un calor terrible me sub¨ªa por todo el cuerpo.
??Helena con hache quer¨ªa cogerme de la mano!?
Eso era algo totalmente nuevo.
No sab¨ªa c¨®mo reaccionar.
La idea me parec¨ªa muy¡ o sea¡ muy atrevida.
Si nos ve¨ªan los dem¨¢s, dir¨ªan que est¨¢bamos haciendo manitas y se estar¨ªan riendo de m¨ª todo el verano.
Pero si me olvidaba de lo que podr¨ªan pensar los otros, a m¨ª me apetec¨ªa.
Mucho.
Resopl¨¦.
No sab¨ªa qu¨¦ hacer ni qu¨¦ decir.
Al fondo de la tienda se oy¨® una voz:
¡ª?C¨®gele la mano ya, a ver si dormimos de una vez!
Era Marilyn.
Despu¨¦s, se oyeron varias risas.
Me di la vuelta, muerto de verg¨¹enza.
Y me escond¨ª en el saco, como los avestruces que meten la cabeza dentro de la tierra para que no las vean.
¡ªBueno, pues nada ¡ªdijo Helena¡ª. Angustias, ?me das t¨² la mano, por favor, que Pakete est¨¢ muy raro?
¡ªS¨ª, gracias, a m¨ª me encanta dormir d¨¢ndole la mano a alguien ¡ªcontest¨® de inmediato Angustias.
¡ªOye, yo tambi¨¦n quiero ¡ªpidi¨® Tomeo.
¡ªAnda y yo ¡ªdijo Ocho.
Poco a poco, todos mis amigos se fueron dando la mano para dormir unidos.
Agarrados.
Dentro de la tienda.
Todos¡ menos yo.
No me atrev¨ªa a moverme.
Era muy raro.
Quer¨ªa coger de la mano a mis amigos.
Pero me sent¨ªa agarrotado.
No era capaz.
¡ªBuenas noches¡ hasta ma?ana¡ buenas noches¡ que descans¨¦is¡
Fueron diciendo uno tras otro.
Me qued¨¦ en silencio, sin moverme, dentro del saco.
Tuve una sensaci¨®n de soledad muy grande, no s¨¦ explicarlo.
Despu¨¦s de un rato, not¨¦ que alguien se acercaba a m¨ª dentro de la tienda.
Y que me tend¨ªa la mano.
?Ser¨ªa Helena?
?Angustias?
Asom¨¦ la cabeza fuera del saco para ver de qui¨¦n se trataba.
La luz de la luna se filtr¨® dentro de la tienda de campa?a.
A mi lado estaba¡
?Tomeo!
Me cogi¨® de la mano.
¡ªGracias por preocuparte por m¨ª, me sent¨ªa un poco solo ¡ªadmit¨ª en voz baja.
¡ªNo es eso¡ es que¡ he cenado demasiado¡ estoy llen¨ªsimo¡ creo que me he empachado¡ ay, me encuentro fatal¡ ¡ªdijo Tomeo, agobiado.
¡ªAh ¡ªcontest¨¦.
Me qued¨¦ cortado.
Por un instante, hab¨ªa pensado que se hab¨ªa dado cuenta de que estaba un poco triste y que hab¨ªa venido a darme la mano para hacerme compa?¨ªa.
Pero la realidad es que se hab¨ªa puesto malo.
¡ª?Quieres que salgamos y avisemos a alg¨²n adulto? ¡ªle pregunt¨¦.
¡ªS¨ª, por favor ¡ªpidi¨®.
Salimos de la tienda.
Tomeo ten¨ªa muy mala cara.
Busqu¨¦ con la mirada a uno de los guardias forestales que deb¨ªan estar vigilando el campamento.
Quer¨ªa pedir ayuda.
Pero no los vi por ninguna parte.
Entonces, una sombra me sobresalt¨®.