El Atleti muere dos veces

El final fue de una crueldad extrema. Como si la Champions no se hubiera cansado de despedazar al Atleti, anoche una cuchillada m¨¢s. O tres. Porque todo hab¨ªa terminado. El Atleti estaba eliminado de la Champions. Pero el VAR le daba un h¨¢lito inesperado con el final pitado: una mano de Hincapi¨¦ en el ¨²ltimo c¨®rner que gritaba: ¡°Lev¨¢ntate y anda¡±. Penalti. Marcarlo era ganar, marcarlos era viajar a Oporto como hace un a?o, para luchar por octavos. Lo pidi¨® Carrasco, lo par¨® el portero. El rechace de Sa¨²l se estampaba en el larguero y le ca¨ªa a Reinildo a los pies, que disparaba, el bal¨®n iba a porter¨ªa. Ah¨ª estaba, ah¨ª, ah¨ª... Hasta que se entrometi¨® un tal¨®n en la l¨ªnea. De Carrasco. Da igual qu¨¦ ocurra en Oporto. Los octavos de esta Champions el Atleti los ver¨¢ por la tele. Y a ver la Europa League. Ante el Leverkusen de Xabi Alonso siempre fue a remolque.

El p¨¢nico fue tan intenso que durante muchos minutos pareci¨® s¨®lido. ¡°Ganar, ganar y volver a ganar¡±. Cuando el partido comenz¨® ya solo val¨ªa eso: Lo que se?alaba el dedo de la estatua de Luis en el exterior del Metropolitano. Ganar para no quedar eliminados tras el 0-4 del Oporto al Brujas. Ganar por los 63.803 en la grada con voz Calder¨®n. Pero el camino se torci¨® pronto, desde la misma alineaci¨®n. Un Atleti ordenado 4-4-2 pero sin Savic: en su lugar, Hermoso, que es jugar a la ruleta rusa, Hermoso por Savic en la primera de las noches en las que solo val¨ªa ganar, ganar y volver a ganar. Antes de que alguna bala de las cuatro con las que sal¨ªa el Cholo (Correa, Carrasco, Morata y Grizi) silbara en los o¨ªdos de Hradecky, a Oblak ya le hab¨ªa tumbado una.

Se agriet¨® el Atleti por un flanco inesperado: Grizi. Se le ocurri¨® al franc¨¦s que ser¨ªa una buena idea salir de su ¨¢rea con un ca?o y el Leverkusen le castig¨® como madre con una zapatilla: Andrich rob¨®, Hlozek asisti¨® y Diaby marc¨®. Mal el franc¨¦s. Peor la defensa. De fr¨¢gil cristal. Cada delantero que pasa cerca le hace un molde. Un drama.

El dedo de Luis segu¨ªa se?alando. El ¡°ganar, ganar y volver a ganar¡± deb¨ªa vestirse de ¨¦pica ante un Leverkusen a la contra, aprovechando la velocidad de sus extremos. El Atleti asumi¨® el golpe y se lanz¨® sobre Hradecky para igualarlo. Quedaba tiempo. Lo intent¨® Correa, desvi¨® el portero, lo logr¨® Carrasco desde fuera del ¨¢rea con un derechazo que son¨® a pu?etazo a la noche. 1-1. Pero Frimpong, se escapaba una y otra vez. Pero Hudson-Odoi y Diaby mataban a cada carrera. Al Atleti, la necesidad le llenaba de prisas, temblor de piernas en la salida de bal¨®n. El Leverkusen olfate¨® la angustia y volvi¨® a caerle encima con la zapatilla. Donde antes estuvo Grizi, ahora estar¨ªa Correa. Titube¨® en la salida, Kondogbia y Witsel abrieron los brazos, como si no fuese con ellos. Amiri, r¨¢pido, rob¨® el bal¨®n y se lo sirvi¨® a Hudson-Odoi para el gol. El Atleti se enred¨® en sus miedos, incapaz de romper l¨ªneas, mientras el Leverkusen cada vez que pisaba el ¨¢rea de Oblak lo hac¨ªa entre ¡®uys¡¯. Hlozek se top¨® con Oblak antes del descanso.

Con m¨¢s centro del campo tras el reposo, con De Paul y Sa¨²l, el Atleti agarr¨® al Leverkusen de la pechera y lo empuj¨® contra Hradecky. A los cinco minutos estaba en su red. Carrasco despistaba a tres rivales y De Paul ped¨ªa perd¨®n por su affaire Miami con un derechazo con rosquita. 2-2. El Atleti a¨²n estaba fuera pero solo a un gol. Ten¨ªa el bal¨®n, la intenci¨®n, pero no el acierto. A lo loco. Como si cada segundo fuera un largo minuto 90. Cuando enlazaba cuatro pases seguidos, el Leverkusen se desmoronaba, pero le faltaba esa pausa, ese dejar de sentir el coraz¨®n como si fuera un tambor, la taquicardia llen¨¢ndolo todo ante un Leverkusen hundido. Pero Jo?o segu¨ªa en el banquillo aunque los minutos no dejaran de pedirlo. Oblak sosten¨ªa. Primero con el pecho ante Diaby y, despu¨¦s, con mano por bajo milagro ante Paulinho.

Quedaban cuatro minutos cuando sal¨ªa Jo?o, ovacionado. El Leverkusen rondando de nuevo el ¨¢rea de Oblak. El Atleti con Kondogbia y Witsel de centrales y el ¨¢cido l¨¢ctico mordiendo los m¨²sculos y la cabeza. El miedo. El p¨¢nico del tama?o del fracaso. Inmenso. Octubre y sin Champions. Y quedaba el ep¨ªlogo. La ¨²ltima crueldad extrema. La ca¨ªda tras el ¡°lev¨¢ntate y anda¡±. Cuando ya ni siquiera queda ya el Calder¨®n en pie, en Madrid, para llorarlo. Despu¨¦s de morir dos veces.