La Decimoquinta del Invencible

La Decimoquinta se exhibir¨¢ hoy en el museo al aire libre de Cibeles, rito repetido y casi bienal desde 2014. Es imposible fraccionar en ciclos la leyenda del Madrid, en la que entran nuevos h¨¦roes sin que salgan los anteriores. No existe en la naturaleza una regeneraci¨®n tan persistente. En ella est¨¢ el origen de esta Decimoquinta, conquistada con veteranos y noveles, que est¨¢n en el himno por algo, y de las catorce anteriores. El Madrid gana una vez m¨¢s, como lo hizo despu¨¦s de Di St¨¦fano, de los yey¨¦s, de la Quinta, de Cristiano y de Benzema, y lo har¨¢ despu¨¦s de Kroos, que se marcha agarrado a la Orejona, o de Mbapp¨¦, cuando proceda. Como gan¨® despu¨¦s de Bernab¨¦u, de Sanz y lo har¨¢ despu¨¦s de Florentino, desde hoy presidente con m¨¢s Copas de Europa de la historia: siete. Seis coleccionan Carvajal, Nacho, Kroos y Modric. Las mismas que conquist¨® Gento. La Copa m¨¢s linda sigue siendo la Copa m¨¢s blanca.

El trofeo lo llevar¨¢n a Cibeles un cabezazo de Carvajal, h¨¦roe entre h¨¦roes, orgullo de La F¨¢brica, y un remate de Vinicius, ese alboroto al que tendr¨¢n que dar el Bal¨®n de Oro. Todo ocurri¨® despu¨¦s de 70 minutos de superioridad del Borussia al que solo le falt¨® adivinar que el Madrid es capaz de ganar de cualquier manera: resistiendo primero y desfilando despu¨¦s. Estaba condenado, por palmar¨¦s, a ganar esta final y acept¨® con agrado la condena.

A los 40 segundos el gamberro de guardia salt¨® al c¨¦sped para sacarse un selfie con Bellingham. Tuvo tres imitadores despu¨¦s. Tardaron casi dos minutos en disolver a los entrometidos. Ellos fueron la sorpresa que no existi¨® en las alineaciones ni en el talante de ambos equipos de salida. Apenas se recuerdan comienzos revolucionarios en las finales. Si toca ganar, no hay prisa. Si toca perder, que sea tarde. El miedo como fuerza motriz, seg¨²n explic¨® Ancelotti en la v¨ªspera.

El plan del Madrid no se alej¨® de lo previsto, aunque lleno de imperfecciones: una primera presi¨®n inconstante, selectiva, movilidad limitada de su tridente, con Vinicius vencido a la izquierda, y paciencia, casi pachorra, en el toque al gusto de Kroos, el futbolista que ha puesto las cosas en orden durante una d¨¦cada para que todo suceda cuando conviene.

Adeyemi y Courtois

El Borussia, en cambio, result¨® un equipo menos reflexivo. Tambi¨¦n es de construir, pero su fuerte est¨¢ en la verticalidad, en la velocidad de Sancho y Adeyemi y en las segundas jugadas que le ofrece el gigante F¨¹llkrug, que es m¨¢s que un rematador. El tama?o importa y tambi¨¦n enga?a. El plan fue suficiente para poner en peligro al Madrid. Moderadamente en un remate cruzado de Brandt, severamente en un pase de Hummels que plant¨® a Adeyemi ante Courtois. El belga le quit¨® ¨¢ngulo con su salida y tambi¨¦n le dio tiempo a Carvajal para anular su remate. La cosa pudo ser peor un instante despu¨¦s cuando F¨¹llkrug, en fuera de juego, estrell¨® su remate en el palo, y cuando Courtois tuvo que sacar un remate cruzado de Adeyemi, que hab¨ªa dejado muy atr¨¢s a Carvajal. Cuatro avisos para dos problemas graves: Camavinga no sujetaba al equipo y pasaban demasiadas cosas a la espalda de la defensa blanca, especialmente cuando aceleraba Adeyemi, un extremo de vuelo rasante.

Cerca de Kobel, en cambio, apenas suced¨ªa nada: dos disparos a ninguna parte de Valverde y Vinicius y un desborde del brasile?o, a cuyo centro no fue puntual Bellingham. El ingl¨¦s del Bolshoi era intrascendente en el partido, tanto como Rodrygo, el hombre que cambi¨® la conversaci¨®n en el peor momento. El Madrid jugaba mal sin paliativos: poco preciso (Kroos inexplicablemente incluido), poco agresivo, lento, descolocado en el repliegue, sin rigor en las marcas, en inferioridad casi en cada rinc¨®n del campo. Un escenario inesperado.

Cerca del descanso Courtois sac¨® un remate de Sabitzer vitaminado por un bote insensato. El belga se ve¨ªa en la final de hace dos a?os en Par¨ªs, cuando el equipo y el t¨ªtulo colgaron de sus guantes. Al intermedio se march¨® el Madrid defendiendo c¨®rners en el fondo que hab¨ªa te?ido de amarillo la hinchada alemana.

De vuelta, el Madrid dio sus primeras se?ales de vida, una falta lanzada por Kroos, cuyo tiro fue salvado junto a la escuadra por Kobel, y un cabezazo en el primer palo de Carvajal que se march¨® alto. Debi¨® tomar nota el Dortmund y no lo hizo. Dos ocasiones que cambiaron levemente la tendencia del choque, porque el Borussia llevaba al Madrid a las bandas y all¨ª lo acorralaba y lo desactivaba. El equipo de Ancelotti era todav¨ªa una sombra del equipo que gobern¨® la Liga con mano de hierro. Se hac¨ªa el muerto.

El gol que lo cambi¨® todo

Los dos laterales del Dortmund parec¨ªan cada vez m¨¢s largos. Los delanteros del Madrid, cada vez m¨¢s cortos, con la excepci¨®n de Vinicius, cuyas crecidas son directamente proporcionales a la fatiga de sus marcadores. En lo que m¨¢s hab¨ªan mejorado los blancos era en el reparto de ocasiones. Tuvo una estupenda Bellingham en env¨ªo de Vinicius que no logr¨® peinar, con Kobel matando moscas. Fue antes de que Terzic retirara a Adeyemi, la piedra en el zapato de toda la defensa del Madrid. Una decisi¨®n fatal.

El Borussia hab¨ªa sido mejor en dos tiempos, pero el Madrid siempre juega un tercero y ah¨ª es imparable, invencible, inmortal, capaz de ganar de cualquier manera, incluso a varios gigantes alemanes con el cabezazo de un lateral de 1,70. As¨ª fue el gol de Carvajal que lo cambi¨® todo. Kroos le repiti¨® el env¨ªo al primer palo y Carvajal lo cruz¨® al contrario. Un gol que desat¨® el vendaval. Schlotterbeck le sac¨® el segundo a Bellingham con la punta de su bota y Kobel retras¨® lo inevitable a remates de Kroos, Nacho y Camavinga hasta que el propio Bellingham le regal¨® el broche a Vinicius, el hombre del partido y del a?o. Merece un ba?o de oro. Un gol anulado a F¨¹llkrug fue el canto del cisne del Borussia ante el mayor mito de la historia del f¨²tbol. Mbapp¨¦ ya sabe que llega a un invencible. Por el camino se ha perdido dos Champions.

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