Alejandro Rosal¨¦n, un espa?ol en la corte de Kvara y Osimhen
El valenciano es el preparador de porteros del N¨¢poles. Qued¨® impactado por el may¨²sculo entusiasmo de una afici¨®n ardiente y entregada como pocas.
A Alejandro Rosal¨¦n (Lliria, 1977) le habr¨ªa gustado ser como Buffon o Casillas, sus dos referentes hist¨®ricos entre palos. Tambi¨¦n se habr¨ªa conformado con parecerse a Courtois o Ter Stegen, sus modelos actuales. Sin embargo, con 25 a?os comprendi¨® que el destino no le llamaba por ese camino y decidi¨® dedicarse a la pedagog¨ªa.
A los veinte meses de colgar los guantes, le llamaron del Valencia para trabajar en la Academia formando porteros. Durante ocho a?os, con Ochotorena como maestro, contribuy¨® en Paterna a la evoluci¨®n de guardametas como Vicente Guaita. Cumplido ese periodo, el tren de la vida le llev¨® al Videoton h¨²ngaro, donde su m¨¦todo impact¨® tanto que le ofrecieron renovar por tres a?os m¨¢s, pero el azar le ten¨ªa una sorpresa reservada.
Aterrizaje en Italia
Eduardo Maci¨¢, director deportivo de la Fiorentina, le llam¨® tras recomendaci¨®n de su padre, que fue director de cantera en el Valencia. Le ofreci¨® estar un a?o a prueba y supeditado a rendimiento. Alejandro arriesg¨® y renunci¨® a un contrato m¨¢s largo y suculento en Hungr¨ªa para intentar hacerse un nombre en Italia. La temporada condicionada acab¨® convirti¨¦ndose una estancia de ocho largas campa?as. Su gran labor con Neto, a quien Maci¨¢ le propuso como reto, le abri¨® las puertas del club viola.
Bien considerado y asentado junto al r¨ªo Arno y el Ponte Vecchio, la llegada de Gattuso en verano de 2021 con todo su equipo de trabajo implic¨® su salida inesperada del club. Sin embargo, su hoja de servicios ya era bien conocida en Italia. Un martes rescindi¨® con la Fiore, el mi¨¦rcoles le llam¨® Spalletti y el viernes ya ten¨ªa preparado el contrato para firmar con el N¨¢poles. Pocos d¨ªas despu¨¦s, sin empezar la pretemporada, echaron a Gattuso por serias discrepancias con el presidente, pero para Alejandro ya no hab¨ªa vuelta atr¨¢s.
Y llegada a N¨¢poles
Su traslado del norte al sur le abri¨® los ojos a un nuevo mundo. Tal vez por los efluvios del volc¨¢n Vesubio, el valenciano descubri¨® una ciudad con pasi¨®n desbordante por su equipo. El f¨²tbol es religi¨®n y Maradona es su Dios. Cada partido en el antiguo San Paolo es lo m¨¢s importante cada semana en la vida de much¨ªsimos aficionados partenopei. Vivir desde dentro la conquista del Scudetto tras 33 a?os de sequ¨ªa es lo m¨¢s impactante que ha vivido jam¨¢s.
Observar a 5.000 personas en el aeropuerto esperando al equipo tras ser campeones o ver a miles de aficionados jalonando la carretera a ambos lados durante el trayecto del autob¨²s desde el hotel de concentraci¨®n (situado en una peque?a monta?a) hasta el estadio para cada encuentro en casa, como si fuera el puerto de un Tour de Francia, con banderas, bufandas y bengalas, le asombr¨®. Contemplar, asustado al principio, c¨®mo golpeaban con furia al autob¨²s para animar a los jugadores al entrar al campo, es algo que dif¨ªcilmente olvidar¨¢.
Entre ¨ªdolos y leyendas
N¨¢poles no es una ciudad m¨¢s. Kvara y Osimhen son los ¨ªdolos, Di Lorenzo es el l¨ªder, Spalletti es el mito, Rudi Garc¨ªa el jefe y De Laurentiis el gran patr¨®n. Por encima de todos est¨¢ el intocable Diego. La visita del rey de Europa ha multiplicado, si ello es posible, el delirio de los tifosi. Meret, guardi¨¢n de la meta celeste, que a Rosal¨¦n le recuerda al legendario Dino Zoff por su talento puro como portero y su capacidad para ser decisivo en momentos clave, aguarda impaciente la cita, como el resto de compa?eros.
Al Madrid se le admira y se le teme pero el Diego Armando Maradona ser¨¢ lo m¨¢s parecido a un bosque en llamas que hayan visto ¨²ltimamente los experimentados jugadores blancos. El ambiente hostil, desde el respeto, est¨¢ garantizado. Alejandro, que vive all¨ª junto a su mujer y dos hijos, ha visto actitudes y comportamientos asombrosos en una hinchada ardorosa que ser¨¢ un aliciente de motivaci¨®n extra para un equipo que morder¨¢ como nunca.