La esperanza se cuela por una rendija en medio de una inh¨®spita batalla. Puede pertenecer a la actualidad, a la COVID-19, pero se trata del cap¨ªtulo m¨¢s extraordinario de la Primera Guerra Mundial, en tierra de nadie, con el f¨²tbol como hilo conductor.
En tierra de nadie, o 'No Man's Land', como gusta decir a los anglosajones con cierto aroma ¨¦pico, se produjo uno de los sucesos m¨¢s excepcionales que se recuerdan durante un conflicto. Ocurri¨® entre la Nochebuena y el d¨ªa de Navidad de 1914, en las trincheras de la Primera Guerra Mundial. Un inesperado, espont¨¢neo y ef¨ªmero armisticio que, seg¨²n muchos de sus protagonistas y testimonios, cont¨® con el f¨²tbol como hilo conductor.
Discutida por muchos otros, elevada a mito por la literatura, el cine y la publicidad, recobra un especial sentido la Tregua de Navidad en estos tiempos que corren, mientras la humanidad libra otra batalla, m¨¢s silenciosa pero con una letalidad nada despreciable, contra el coronavirus, la COVID-19, que abre las puertas tambi¨¦n en las fechas navide?as a otra suerte de tregua sentimental, sin dejar de lado ni un solo momento la m¨¢s m¨ªnima precauci¨®n sanitaria, para conmemorar la vida incluso cuando casi todo son malas noticias.
Esta historia une a los soldados brit¨¢nicos y alemanes, pero tambi¨¦n a Sir Richard Attenborough, Michel Platini, Theo Walcott, Paul McCartney, los Oscars y hasta, en contra de su voluntad, a Adolf Hitler. Como escribi¨® Sir Arthur Conan Doyle, el padre de Sherlock Holmes, se trat¨® de "un espect¨¢culo asombroso, un episodio humano en medio de las atrocidades de la guerra".
Franz Ferdinand es m¨¢s que una banda 'indie' de rock. En primer lugar, fue el heredero al trono austroh¨²ngaro cuyo asesinato, el 28 de junio de 1914 en Sarajevo, precipit¨® el inicio de la Primera Guerra Mundial. La Gran Guerra, como la conoc¨ªan entonces, porque por supuesto desconoc¨ªan que habr¨ªa una segunda al cabo de unas d¨¦cadas. De hecho, cre¨ªan que esta durar¨ªa unos pocos meses. Pero la cosa se fue complicando.
Un aparente conflicto entre Austria-Hungr¨ªa y Serbia, con el imperialismo como tel¨®n de fondo, pronto invoc¨® a las principales potencias. A los primeros los apoyaba Alemania (y m¨¢s tarde se unir¨ªa Italia, en la llamada Triple Alianza). El otro bando, conocido como la Triple Entente, englobaba Reino Unido, Francia y Rusia. Al final, no obstante, se unir¨ªan el imperio Otomano, Bulgaria, Estados Unidos, Jap¨®n¡ Una barbaridad de 70 millones de soldados.
Para el caso que nos ocupa, Alemania traz¨® un plan para invadir r¨¢pidamente Francia, que a efectos pr¨¢cticos consisti¨® en tomar Luxemburgo y B¨¦lgica, en agosto, antes de avanzar hacia Par¨ªs, donde les esperaban el ej¨¦rcito franc¨¦s y los primeros destacamentos de la Fuerza Expedicionaria Brit¨¢nica. Y eso les oblig¨® a recular. A finales de a?o ya se hab¨ªa establecido en la zona m¨¢s cercana a la frontera de Francia y B¨¦lgica el denominado Frente Occidental. Unas trincheras est¨¢ticas que durar¨ªan a?os.
Aunque la mayor¨ªa de documentos indican que dos terceras partes de las tropas involucradas en este frente, unos 100.000 soldados, participaron de la Tregua de Navidad, es decir, en el cese de hostilidades, m¨¢s discusi¨®n existe sobre el lugar donde se arrancaron a jugar a f¨²tbol. El que m¨¢s consenso genera es Ypres, B¨¦lgica, conocida como la Ciudad de la Paz a pesar de que dio nombre no una sino a tres batallas (la primera, en noviembre de ese mismo a?o) durante la Primera Guerra Mundial.
Pero la Biblioteca Nacional de Escocia, por ejemplo, lo sit¨²a entre Pont Ballott y Hobbs Farm, algo m¨¢s al sur. Y tambi¨¦n hay libros que hablan de un punto a medio camino, Ploegsteert. Quiz¨¢ es que se jugaron varios partidos. O que, en tiempos de guerra, muchos soldados, desorientados, no sab¨ªan ni d¨®nde se encontraban con exactitud.
Sobre los motivos que llevaron a la tregua, cuando en apenas cinco meses de contienda los brit¨¢nicos ya hab¨ªan perdido a unos 90.000 hombres, por hasta 300.000 germanos, tambi¨¦n hay debate. M¨¢xime cuando el Papa Benedicto XV hab¨ªa propuesto ya que se abandonaran las armas durante 12 horas el d¨ªa de Navidad pero los altos cargos se hab¨ªan negado.
Esa fue la clave: la tregua de Navidad fue cosa de soldados rasos, por eso no figura en los cuadernos de guerra y s¨ª en cartas personales o en la tradici¨®n oral. Una especie de insumisi¨®n sin consecuencias entre militares que no luchaban en la misma guerra que sus superiores. Se sabe, por ejemplo, que los brit¨¢nicos hab¨ªan ordenado ataques agresivos entre el 14 y el 19 de diciembre, por lo que se pas¨® de un extremo a otro para llegar al 24 y 25 de diciembre.
?Y c¨®mo se produjo en realidad la Tregua? Pues de la forma m¨¢s sencilla, en eso s¨ª coinciden los testimonios de ambos bandos, cuyas trincheras estaban separadas por apenas 30 metros, lo que les permit¨ªa olisquear la comida de sus enemigos y, especialmente en este caso, escuchar los villancicos que cantaban.
"Desde las trincheras alemanas comenzaron a cantar ¡®Stille Nacht"
Albert Moren, Segundo Regimiento de la Reina
"Era una preciosa noche iluminada por la luna, con la tierra helada, casi todo cubierto de blanco. Y, de repente, desde las trincheras alemanas comenzaron a cantar ¡®Stille Nacht¡¯ (Noche de Paz, de origen austr¨ªaco). Jam¨¢s lo olvidar¨¦, fue uno de los momentos m¨¢s destacados de mi vida", narraba Albert Moren, del Segundo Regimiento de la Reina.
Empezaron a cantar por turnos varios villancicos en sus respectivas lenguas. Mientras tanto, la secci¨®n del teniente Hugo Klemm, que pose¨ªa unos arbolitos navide?os con velas que les hab¨ªan enviado ¨Ca los germanos por tren, a los ingleses les hab¨ªa llegado comida y cigarrillos por barco¨C, rompi¨® el hielo cruzando hasta la trinchera inglesa a regalar uno a sus te¨®ricos enemigos.
"De pronto, comenzaron a aparecer luces a lo largo del parapeto alem¨¢n, que eran evidentemente ¨¢rboles de Navidad adornados con velas", ratificaba Graham Williams, del quinto London Rifles. ¡°Cuando comenzamos a cantar 'O Come, All Ye Faithful', ellos inmediatamente se unieron cantando el mismo himno con las palabras 'Adeste Fideles'. Y pens¨¦, bueno, es lo m¨¢s extraordinario que puede suceder, que dos naciones canten el mismo villancico en mitad de la guerra".
En otro punto, explica el investigador Iain Christopher Adams de la University Central Lancashire, "despu¨¦s de tantearse mucho, acordaron que dos hombres de cada bando salieran y se encontraran. El teniente de 19 a?os Ian Stewart, el oficial m¨¢s joven de la BEF (Fuerza Expedicionaria Brit¨¢nica) que en ese lugar supiera hablar algo de alem¨¢n, sali¨® acompa?ado por el sargento Minnery".
"La conversaci¨®n se parec¨ªa al encuentro con un fan de un equipo de f¨²tbol rival"
Teniente Ian Stewart, Fuerza Expedicionaria Brit¨¢nica
"Stewart percibi¨® que la conversaci¨®n se parec¨ªa al encuentro con un fan de un equipo de f¨²tbol rival. Recibi¨® un cigarro, que le hizo sentirse mal, y fotograf¨ªas del equipo de f¨²tbol del regimiento de Sajonia. En agradecimiento, ¨¦l le dio al oficial germano, un hombre de su edad y de un nivel de ingl¨¦s parecido a su alem¨¢n, una lata de 'bully beef' (una carne de ternera en conserva)". No en vano, muchos alemanes chapurreaban ingl¨¦s porque hab¨ªan trabajado en Inglaterra.
Desde el bando alem¨¢n, contaba el soldado Josef Wenzl que !no pod¨ªa creer lo que ve¨ªa con mis ojos. Lo que hasta unas horas antes hab¨ªa sido una locura se convirti¨® en un ingl¨¦s tras otro acerc¨¢ndose m¨¢s all¨¢ de mitad de camino hacia nuestra trinchera. Y as¨ª, b¨¢varos e ingleses, hasta entonces los enemigos m¨¢s grandes, se daban las manos hablaban e intercambiaban objetos!. Eran, entre otros, chocolatinas o pitillos, como tambi¨¦n detallaba H. Scrutton, del regimiento de Essex.
Y as¨ª, la Tregua de Navidad se fue definiendo bajo un pacto t¨¢cito que en Inglaterra se conoce bajo el lema 'You no shoot, we no shoot' (Si vosotros no dispar¨¢is, nosotros tampoco), que seg¨²n la leyenda entonaron algunos soldados germanos.
Pero la versi¨®n m¨¢s probable es que este armisticio improvisado se acabara de sellar cuando soldados de uno y otro bando negociaron qu¨¦ hacer con los innumerables cad¨¢veres que yac¨ªan en esa tierra de nadie, entre una trinchera y la otra. Acordaron enterrarlos. Y, por crudo que suene, ya pod¨ªan contar llegados al caso con algo parecido a un campo de f¨²tbol.
Lo cierto es que no jugaron sobre un manto verde al estilo de los actuales, puesto que los archivos meteorol¨®gicos sit¨²an ese diciembre de 1914 en la zona lluvias r¨¦cord desde 1876. Una terrible humedad acompa?ada de fr¨ªo y, por supuesto, de socavones producidos por las bombas que no hab¨ªan dejado de caer. Impoluto terreno de juego, vaya.
Los Argyll hab¨ªan conquistado torneos como la Army Cup y el South Africa Army Championship
?Y qui¨¦nes protagonizaron el partido? Se trataba, principalmente, de dos cuerpos de infanter¨ªa. Por el bando brit¨¢nico, el segundo batall¨®n de los Argyll and Sutherland Highlanders. En el frente germano, el regimiento 133 de Sajonia.
Pasado futbolero, adem¨¢s, ten¨ªan un rato. Explica Pehr Thermaenius en el libro 'The Christmas Match: Football in No Man's Land 1914', que los Argyll proven¨ªan de la clase obrera escocesa, por lo que el balompi¨¦ era su deporte favorito, y que en 1889 se hab¨ªan proclamado campeones de la Army Cup en su primera edici¨®n, en torneos menores en la India, y en 1908 y 1909 del South Africa Army Championship. Campeones en Sud¨¢frica justo un siglo antes del Mundial de Espa?a, aunque de otra manera.
Por su parte, el regimiento 133 era procedente de Zwickau, cuyo equipo de f¨²tbol ¨Cel Fussballclub 02 Schedewitz¨C registrar¨ªa 18 bajas durante la guerra solo en 1914, de modo que perfectamente pod¨ªan ser soldados de esta trinchera, participantes con mucha probabilidad en la Tregua de Navidad. El oficial al mando del 133 al inicio de la contienda, Alfred Von Kostch, explicaba que una de las obligaciones de las tropas de apoyo era organizar torneos de f¨²tbol para que jugasen los soldados que volv¨ªan desde la primera l¨ªnea de combate. Pero esta vez ni siquiera les hizo falta regresar.
De c¨®mo se origin¨® el partido, el testimonio m¨¢s amplio es el que ofreci¨® el teniente alem¨¢n Johannes Niemann, del regimiento 133, en el documental ¡®Christmas Day passed quietly¡¯ de la BBC Radio, en 1968.
"Un soldado escoc¨¦s apareci¨® con un bal¨®n y en unos pocos minutos se estaba disputando un aut¨¦ntico partido"
Teniente Johannes Niemann, Regimiento 133
!De repente, un subalterno se tir¨® dentro del refugio subterr¨¢neo para decirnos que soldados tanto alemanes como escoceses hab¨ªan salido de sus trincheras y estaban confraternizando por todo el frente. Saqu¨¦ mis prism¨¢ticos con precauci¨®n sobre los parapetos. Y vi la incre¨ªble imagen de nuestros soldados intercambiando cigarrillos, aguardiente y chocolate con el enemigo!, relataba.
Y ah¨ª viene lo bueno: !En un momento dado, un soldado escoc¨¦s apareci¨® con un bal¨®n de f¨²tbol que parec¨ªa surgir de la nada y, en cuesti¨®n de unos pocos minutos, se estaba disputando un aut¨¦ntico partido. Los escoceses marcaron su porter¨ªa con sus extra?os cascos y nosotros hicimos lo propio con los nuestros. No era nada sencillo jugar sobre el terreno helado, pero continuamos, cumpliendo rigurosamente las reglas, salvo en los detalles de que dur¨® una hora y de que no hubo ¨¢rbitro!.
"Muchos de los pases se marcharon demasiado largos, pero todos los futbolistas amateurs, a pesar de que ten¨ªan que estar muy cansados, jugaron con un enorme entusiasmo", abundaba Niemann, quien incluso le puso un punto de humor: "Los alemanes realmente nos ruborizamos cuando un golpe de viento revel¨® que los escoceses no llevaban calzoncillos bajo sus faldas, y silb¨¢bamos cada vez que ve¨ªamos el trasero de uno de nuestros enemigos del d¨ªa anterior", bromeaba.
El teniente siempre sostuvo que el marcador final fue un 3-2 para los alemanes, una versi¨®n que se populariz¨® especialmente despu¨¦s de que Robert Graves, que hab¨ªa servido en la Primera Guerra Mundial en los Royal Welch Fusiliers, la diera por buena en su relato breve 'Christmas Truce', de 1962.
Precisamente otro fusilero gal¨¦s, Bertie Fesltead (que vivi¨® hasta 2001, con 106 a?os), recordaba sin embargo que "no fue propiamente un partido. Pod¨ªa haber 50 personas de cada lado y dur¨® probablemente media hora". Otras voces sit¨²an el encuentro entre las dos y las cuatro de la tarde. Y probablemente todos tengan raz¨®n, puesto que, como indicaba el sargento brit¨¢nico Clement Barker, "se montaron partidos en al menos tres o cuatro puntos del frente".
M¨¢s poes¨ªa le a?ad¨ªa Kurt Zhemisch, del regimiento saj¨®n, cuando exclamaba "qu¨¦ maravillosamente fabuloso y qu¨¦ extra?o fue. Los oficiales ingleses sent¨ªan lo mismo. La Navidad, la celebraci¨®n del amor, logr¨® juntar a enemigos a muerte por un d¨ªa¡ Les dije que tampoco quer¨ªamos disparar el segundo d¨ªa de Navidad (en realidad, se refiere al 25 de diciembre), y ellos lo aceptaron".
El caporal George Ashurst sacaba otro tema a relucir, la composici¨®n del bal¨®n, al explicar la an¨¦cdota de que "mientras unos cuantos alemanes se divert¨ªan desliz¨¢ndose por un peque?o estanque helado justo en la parte trasera de sus trincheras, bastantes de nuestros chicos utilizaban un saco de arena para jugar al f¨²tbol".
Detallaba en su diario ¨Cexhibido en el National Football Museum, en Manchester¨C el teniente brit¨¢nico Charles Brockbank, que "hab¨ªa una multitud entre las trincheras y alguien sac¨® una peque?a pelota de goma, as¨ª que por supuesto empez¨® un partido de f¨²tbol".
El soldado Collier, de los Argyll, asegur¨® "que alguno de los hombres del pelot¨®n hab¨ªan hecho una bola con papel, trapos y cuerdas, y eso fue lo que utilizaron de bal¨®n durante unos 20 minutos, hasta que se hizo a?icos y se acab¨® el encuentro". Un relato que desmitifica el gran partido, pero que al mismo tiempo le a?ade autenticidad. El f¨²tbol de calle llevado a la trinchera.
Pero lo sucedido el 24 y 25 de diciembre de 1914 en el Frente Occidental de la Primera Guerra Mundial no fue m¨¢s que un espejismo, un cuento de hadas si lo prefieren, que se derrumb¨® cual castillo de naipes el d¨ªa despu¨¦s. Acaso existen pocos testimonios que sinteticen mejor la crueldad de una batalla que el del soldado M. Rivett, del regimiento de Lincolnshire.
"?Menudo cambio al d¨ªa siguiente! Nuestro batall¨®n volv¨ªa a estar concentrado en las trincheras. La paz y los buenos deseos ya se hab¨ªan olvidado. Cada hombre estaba intentando hacerlo lo mejor posible para matar uno a uno a todos los enemigos que pudiera", dej¨® escrito.
"?Menudo cambio al d¨ªa siguiente! Cada hombre lo hac¨ªa lo mejor posible para matar uno a uno a todos sus enemigos"
Soldado M. Rivett, Regimiento de Lincolnshire
La prensa, especialmente la inglesa, tardaron pocas jornadas en hacerse eco de una tregua excepcional, con im¨¢genes, algunos testimonios y, conforme pasaban las semanas, con retales de muchas de las cartas que los soldados iban enviando a sus familiares. Tambi¨¦n cruz¨® el charco: "Las trincheras cambian pistolas por vino", titulaba el New York Times. En general, la reacci¨®n a un armisticio tan inesperado transitaba entre el milagro y la rebeli¨®n.
Y esta ¨²ltima fue la l¨ªnea que se tom¨® desde las altas instancias, donde pronto se consider¨® una alta traici¨®n lo sucedido durante la Navidad de 1914, de modo que nunca m¨¢s ocurri¨®. Y eso que la guerra se alarg¨®, que en determinadas zonas como la que nos ocupa en los l¨ªmites entre B¨¦lgica y Francia las trincheras se eternizaron durante cuatro largos a?os, y que desde el bando alem¨¢n se procur¨® alg¨²n t¨ªmido intento.
Pero el desgaste de las batallas, con m¨¢s v¨ªctimas y rencores, la progresiva profesionalizaci¨®n de lo que en principio hab¨ªan sido gente de calle enviada al frente sin comerlo ni beberlo, y las ¨®rdenes de arriba hicieron imposible algo parecido a una nueva tregua, y menos a¨²n con un partido de f¨²tbol de por medio.
Es m¨¢s, desde algunos sectores se aprovech¨® lo acaecido en Navidad para conocer m¨¢s y mejor el sistema de las trincheras enemigas ¨Ctodav¨ªa muy precarias, enfangadas hasta arriba por las descritas condiciones climatol¨®gicas e insalubres por la cantidad de cad¨¢veres y ratas¨C para atacar mejor. La guerra cambi¨®. A peor.
En la contienda, se impusieron los brit¨¢nicos y el bando aliado, si es que en una guerra hay ganadores. Pero en el partido de las trincheras la victoria hab¨ªa sido para los germanos. As¨ª que, aunque fuera simb¨®lico, cualquiera en el deporte entiende que todo perdedor merece una revancha. Y los ingleses la tuvieron un siglo despu¨¦s.
En un escenario afortunadamente m¨¢s apropiado, el Electrical Services Stadium, de Hampshire, Reino Unido, se disput¨® esta vez el encuentro. No era zona neutral, sino la sede del Adelrshot Town FC y, situado a su vez en el lugar conocido como la 'ciudad militar', es decir, que alberga a los militares ingleses.
Ante 2.547 espectadores, esta vez fueron las tropas brit¨¢nicas las que se llevaron la victoria, con luz y taqu¨ªgrafos, por un solitario gol a cero. El teniente Calum Wilkinson tuvo el privilegio de anotar el tanto, observado desde la grada por un sinf¨ªn de autoridades, entre las cuales Sir Bobby Charlton.
"He sentido escalofr¨ªos", declarar¨ªa Wilkinson, conmovido no solo por la celebraci¨®n del centenario sino por los proleg¨®menos. No en vano, una joven cantante l¨ªrica, Marilena Grant, se encarg¨® de entonar el 'Noche de Paz' alternando el ingl¨¦s y el alem¨¢n. Tal como en el evento original.
Adem¨¢s de este encuentro, los homenajes se sucedieron en 2014 coincidiendo con el centenario del m¨¢gico partido. En B¨¦lgica, en el punto donde supuestamente se jug¨®, Michel Platini descubri¨® una escultura en nombre de la UEFA. "El f¨²tbol es un lenguaje universal que abre nuestros corazones, que favorece el contacto entre culturas y que une a las personas m¨¢s all¨¢ de las fronteras", proclam¨® en su discurso.
Tambi¨¦n la federaci¨®n inglesa (Football Association) y la Premier League fomentaron celebraciones, como un programa entre las escuelas del pa¨ªs, un torneo Sub-12 (al estilo del de Brunete) en la mism¨ªsima localidad de Ypres o un concurso para dise?ar un memorial, cuyo escrutinio corr¨ªa a cargo de un jurado encabezado por Theo Walcott. Lo gan¨® un ni?o de diez a?os. "Esta escultura da vida a un momento de paz gracias al f¨²tbol en tiempos de guerra", describir¨ªa el entonces delantero del Arsenal.
Como sucede con todo hecho ¨²nico, el mundo del arte acab¨® volcando su inter¨¦s sobre la Tregua de Navidad. Uno de los primeros en reflejarlo fue Sir Richard Attenborough en su '?Oh, qu¨¦ guerra tan bonita!', pel¨ªcula de 1969 que recrea un breve encuentro de unos seis minutos entre soldados de ambos frentes bromeando e intercambiando cigarros y chocolatinas.
Mucho m¨¢s se extiende 'Joyeux Noel', del director franc¨¦s Christian Carion, que en 2005 dedic¨® directamente todo un largometraje a la tregua, con partido incluido en la trama, que lleg¨® a candidata al Oscar y al Globo de Oro como peli de habla no inglesa. Solo tres a?os antes, en 2002, Dave Unwin hab¨ªa dirigido un corto, 'War Game', que narraba la parte futbolera, basado en el libro infantil del mismo t¨ªtulo editado en 1993 por Michael Foreman.
Hablando de literatural, los personajes de 'La ca¨ªda de los gigantes', el en¨¦simo 'best seller' en forma de novela de Ken Follett, editado en 2010, se ven envueltos en un momento de la trama en el escenario y momento de la tregua.
Y ni que decir tiene que dio la vuelta al mundo en tiempo r¨¦cord, cosas del Youtube y de las redes sociales, el emotivo y cinematogr¨¢fico spot que coincidiendo con el centenario de lo ocurrido, en 2014, realiz¨® la cadena de supermercados Sainsbury¡¯s para lanzar su tradicional campa?a navide?a.
Aunque, para cl¨¢sicas, las dos canciones que homenajearon la Tregua de Navidad y que, d¨¦cadas despu¨¦s de producirse, siguen vigentes en la m¨²sica de estas fechas. Por un lado, el 'All together now' que la banda de Liverpool The Farm lanz¨® en 1990, cuya letra hace una alusi¨®n direct¨ªsima a la uni¨®n inaudita de aquella Nochebuena en las trincheras belgas.
Por otro, el legendario 'Pipes of Peace' de Paul McCartney, quien en 1983 public¨® este canto pacifista en cuyo videoclip el exBeatle doblaba personajes ¨Ccomo militar brit¨¢nico y alem¨¢n¨C con el armisticio y el partido de f¨²tbol como tel¨®n de fondo. Y jugando con la polisemia del verbo "play". "Let us show them how to play the pipes of peace" (Dejen ense?arles c¨®mo jugar/tocar/emplear las pipas de la paz".
?Y si les dij¨¦ramos, llegados a este punto, que la Tregua de Navidad no existi¨®? ?O que no se jug¨® ning¨²n partido de f¨²tbol? Es lo que sostienen algunas teor¨ªas, fundamentadas en las exiguas pruebas que se conservaron ¨Cm¨¢s all¨¢ de los mencionados testimonios o la fotograf¨ªa que encabeza este reportaje¨C, ya que muchos de los soldados eran profesionales, dispuestos a todo, como lo demostr¨® el hecho de que la guerra durar¨ªa cuatro a?os m¨¢s. Y que cerca de las posiciones de los protagonistas ingleses y alemanes se encontraban los frentes belga y franc¨¦s, muy activos seg¨²n los documentos de la ¨¦poca.
"Este tipo de cosas no deber¨ªan suceder en tiempos de guerra"
Caporal Adolf Hitler, Regimiento 16 de Baviera
Lo cierto es que, por citar un dato, la Commonwealth War Graves Commission notific¨® que entre los d¨ªas 24 y 25 de diciembre de 1914 murieron 364 soldados brit¨¢nicos. Pero estos pod¨ªan ser de otros frentes. O heridos graves previamente. No es concluyente.
Asimismo, hay quienes reivindican que ning¨²n soldado se hubiera atrevido a salir de la trinchera tan f¨¢cilmente, habida cuenta de que ambos bandos contaban con francotiradores implacables que se turnaban las 24 horas para disparar a la que el cuerpo de un enemigo se elevase un solo palmo de su parapeto.
Y, por supuesto, tambi¨¦n existe alguna declaraci¨®n contraria a la tregua, como la de Harold Lewis, artillero de la Guardia Real brit¨¢nica, recogida por el Imperial War Museum. "Ser¨ªa arrogante decir que nunca tuvo lugar, pero dudo bastante de que tuviera la magnitud que se ha descrito. El ej¨¦rcito alem¨¢n era r¨ªgidamente disciplinado, el nuestro tiene una formaci¨®n profesional exquisita, y jam¨¢s lo habr¨ªan roto. Y si alguien lo intent¨®, ?qu¨¦ hac¨ªan mientras tanto los oficiales? Creo que roza el cuento de hadas", se cuestiona Lewis, que sin embargo, en aquella Navidad de 1914 no se encontraba destacado en el Frente Occidental, luego no se trata de un testimonio sino de una opini¨®n.
Acaso una de las mayores pruebas de que verdaderamente ocurri¨® la aport¨®, por el enfado que se le percibe, un caporal del regimiento 16 de Baviera. "Este tipo de cosas no deber¨ªan suceder en tiempos de guerra. ?Acaso no ten¨¦is, alemanes, sentido del honor?". Ese caporal era ni m¨¢s ni menos que un tal Adolf Hitler. Y eso que 'Noche de paz', el que se hab¨ªa cantado en las trincheras, era curiosamente su villancico preferido, hasta el punto de que en 1941 le cambiar¨ªa uno de sus versos por "Adolf Hitler vela por el destino de Alemania".
Y otro caporal, A. Wyatt, de la compa?¨ªa A 1? de Norfolks, confesaba en una carta a sus padres algo dif¨ªcilmente rebatible: "El partido de f¨²tbol entre brit¨¢nicos y alemanes en primera l¨ªnea fue real. Yo fui uno de los que jug¨®".
El caso es que, edulcorado o no, cada cual tendr¨¢ su punto de vista sobre si la Tregua de Navidad ocurri¨® en toda su plenitud o el tiempo la fue elevando a categor¨ªa de mito, incluso para sus protagonistas. La realidad es que el hecho reflej¨® por un lado que unos mandan y otros mueren. Por otro, que el f¨²tbol no conoce fronteras desde tiempos inmemoriales. Y, en general, que incluso las situaciones m¨¢s inh¨®spitas, crueles o b¨¢rbaras pueden dejar una rendija para que brote un halo de esperanza sobre el ser humano.