El milagro del Anzhi | Cap¨ªtulo 2. Una sonrisa en pleno conflicto
F¨²tbol y gal¨¢cticos en la conflictiva Makhashkala
Las estrellas del Anzhi llevan la alegr¨ªa a una regi¨®n al borde de la guerra.
"No deber¨ªan visitar Makhashkala sin alguien que les acompa?e", nos recomiendan en la recepci¨®n del hotel Abu Dhagi. Y no les falta raz¨®n. Rustam, uno de los pocos habitantes que habla ingl¨¦s de entre los 577.990 de la ciudad, se presta. Con ¨¦l transitamos por las arterias m¨¢s importantes de esta localidad cauc¨¢sica del sur de Rusia, foco de atenci¨®n en los ¨²ltimos meses por los estelares fichajes que han llegado a su equipo, el Anzhi, pero tambi¨¦n por el fuerte conflicto pol¨ªtico por el que atraviesa.
Situada en la Rep¨²blica de Daguest¨¢n, colindando con Chechenia y el Mar Caspio, a pocos kil¨®metros de Georgia y Azerbay¨¢n, Makhashkala sufre desde el a?o 2000 lo que, seg¨²n la International Crisis Group, se considera como una pre Guerra Civil. El 90,6% de la poblaci¨®n es musulmana y la pugna entre dos de sus etnias -sufistas y salafistas- por reconocer o no al gobierno central ruso ha recrudecido la situaci¨®n. Como consecuencia, la sharia Jamaat ha exigido la soberan¨ªa de Daguest¨¢n y ha emprendido una serie de acciones armadas con el objetivo de construir una sociedad independiente y regida con m¨¢s firmeza que ahora por la Ley Isl¨¢mica.
Todo ello ha tenido consecuencias funestas. Con asiduidad hay tiroteos y atentados en la zona. Son objetivo los oficiales, la Polic¨ªa, los militares y hasta los miembros de otras religiones. Salir a pasear no es recomendable. Palpar el ambiente que vive la ciudad con el Anzhi de Roberto Carlos y Etoo es costoso. Pero se consigue. Se consigue por ejemplo en la tienda oficial del club, situada en el cruce entre las calles Irchi Kazak y Yaragskogo. Numerosos aficionados consultan los materiales de merchandising y las camisetas oficiales con los nombres de sus deslumbrantes nuevos fichajes. Como en el resto de la ciudad, las mujeres van con velo y no se relacionan en p¨²blico con los hombres.
"La locura por el Anzhi es total", cuenta un dependiente. "Vendemos entre 30 y 50 camisetas diarias, casi todas de los jugadores reci¨¦n llegados. Cuando pusimos a la venta la de Etoo, por ejemplo, agotamos 2.000 existencias en tan s¨®lo una semana. Queremos abrir otra tienda en la ciudad y tambi¨¦n una en Mosc¨². La inauguraci¨®n de esta hace ahora un mes fue un aut¨¦ntico ¨¦xito. La cola de gente daba la vuelta a la manzana y tuvimos que contratar seguridad para que no hubiera altercados".
Sin marcas.El precio de una camiseta, por cierto, es de 2.900 rublos (unos 70 euros). Mucho, much¨ªsimo, si se tiene en cuenta que el salario medio mensual de un profesor de Instituto es de 11.500. Esta situaci¨®n econ¨®mica se nota tambi¨¦n en el mobiliario urbano. Hay calles sin asfaltar. En otras no hay aceras. Vetustos Lada Samara se agolpan en los cruces haciendo sonar sus cl¨¢xones. Tampoco existen casi multinacionales. Apenas Vichy o Benetton se anuncian en carteles por la calle. Pocas m¨¢s. Ninguna m¨¢s, de hecho.
Eso s¨ª, en medio de este contexto las muchas empresas privadas de petr¨®leo que explotan la zona se enriquecen por la venta y suministro de uno de los crudos de mayor calidad del mundo. Una parte del imperio de Suleyman Kerimov, el due?o del Anzhi, surgi¨® mediante este sector. Y hoy, como contraprestaci¨®n a sus conciudadanos, ha hecho de aquel equipo que penaba por la segunda divisi¨®n rusa un conglomerado de estrellas de los cinco continentes. Un capricho para olvidar los problemas cotidianos. Un resquicio de paz, al menos, los domingos que haya f¨²tbol.