Van Aert se viste de rojo

El final de Our¨¦m tuvo un desenlace casi feliz para Wout van Aert. Escribo casi, porque una vez m¨¢s se qued¨® a un pesta?eo de la victoria. El s¨¢bado fue tercero. El domingo, segundo. Un cl¨¢sico en el palmar¨¦s de un corredor excepcional, que sin embargo no levanta los brazos desde la Kuurne en febrero. La victoria se resiste, pero al menos obtuvo el consuelo del maillot rojo, que compensa en parte la derrota, y en poco la p¨¦rdida de su compa?ero Dylan van Baarle, que se qued¨® por el camino por una ca¨ªda. El triunfo se lo llev¨® Kaden Groves, el mejor velocista de la escasa n¨®mina de La Vuelta, una carrera talism¨¢n para este australiano del Alpecin, que ya suma cinco triunfos aqu¨ª. Groves no ganaba desde la temporada pasada. La ronda espa?ola le da suerte. El espr¨ªnter de 25 a?os puso as¨ª el cierre a una jornada tost¨®n que lleg¨® con casi una hora de retraso. Infumable.

El primer ciclista que tom¨® la salida en la contrarreloj del s¨¢bado, Luis ?ngel Mat¨¦, tambi¨¦n fue este domingo el primer aventurero que arranc¨® del pelot¨®n para protagonizar la escapada del d¨ªa. Mat¨¦, a sus 40 a?os, quiere saborear cada una de sus ¨²ltimas pedaladas como profesional. Especialmente, en Portugal, un pa¨ªs importante en su palmar¨¦s, en cuya vuelta principal ha ganado etapa dos a?os seguidos. En el ciclismo hay una chanza que dice que existen tres grandes rondas, Giro, Tour y Vuelta, y la ¡®Grandissima¡¯, que es la de Portugal. Junto al andaluz salt¨® Ibon Ruiz, con lo que ambos cumplieron una de las primeras premisas de La Vuelta: la intentona de los dos equipos invitados, el Euskaltel y el Kern Pharma, en se?al de agradecimiento a la organizaci¨®n.

Mat¨¦ y Ruiz saltaron para lucir maillot y para animar un poco una sopor¨ªfera etapa de 194 kil¨®metros, sin mayor atractivo que el colorido de los aficionados lusos en las cunetas. Tampoco lograron animarla demasiado, la verdad. La primera hora se cubri¨® a 33 km/h. Y la meta se cruz¨® all¨¢ por las 18:22, hora espa?ola, con 52 minutos de retraso sobre el tiempo intermedio previsto. Para entonces, los dos valientes ya hab¨ªan sido engullidos. Su viaje a ninguna parte acab¨® a 52 kil¨®metros de la meta, demasiado lejos. El pelot¨®n no dej¨® prosperar la aventura, en una extra?a decisi¨®n. Si hubiera cazado al d¨²o antes del esprint intermedio, todav¨ªa habr¨ªa tomado alg¨²n sentido, porque estaban en juego unos segundos que podr¨ªan haber decantado el maillot rojo. Pero fueron capturados justo despu¨¦s. O fallaron los c¨¢lculos. O nadie entiende nada.

En los escarceos del d¨ªa no hubo ning¨²n ciclista portugu¨¦s, aunque tampoco hay demasiados candidatos. En concreto, tres. Jo?o Almeida se peg¨® al menos el gustazo de cruzar su localidad natal, Caldas da Rainha, en el kil¨®metro 111: ¡°No tengo palabras¡±. Y los otros dos, Nelson Oliveira y Rui Costa, no pararon de recibir el cari?o del p¨²blico, en especial Costa, ¨²nico campe¨®n del mundo en la historia del ciclismo luso. El pa¨ªs ib¨¦rico ha fabricado buenos corredores, pero nunca ha ganado una grande. Almeida parte con la intenci¨®n de romper esa barrera. Quien m¨¢s cerca estuvo fue Joaquim Agostinho en 1974, cuando termin¨® a 11 segundos del Tarangu Fuente en la Vuelta de 1974. Por su localidad natal, Torres Vedras, tambi¨¦n surc¨® el pelot¨®n en esta segunda etapa. Un homenaje a un mito.

La etapa, tediosa, tambi¨¦n se cobr¨® v¨ªctimas. En el ciclismo, ir despacio nunca es sin¨®nimo de mayor seguridad. Muchas veces ocurre justo lo contrario. A mayor relajaci¨®n, m¨¢s riesgo. Fuera por eso, o por otra circunstancia, Van Baarle se vio implicado en una dura ca¨ªda, que le oblig¨® a retirarse un poco despu¨¦s. Su baja deja sin un importante refuerzo al vigente campe¨®n, Sepp Kuss. Y tambi¨¦n al nuevo l¨ªder, Van Aert. No fue el ¨²nico accidente de la jornada. Mathias Vacek, el segundo clasificado, tambi¨¦n se fue al suelo, y tuvo que buscarse la vida ¨¦l solito. El remate fue una montonera en pleno lanzamiento de la volata: con Asgreen, Tarling, Narv¨¢ez¡­ La teor¨ªa se cumple. No hay etapas de transici¨®n. Ni siquiera las m¨¢s aburridas.

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