Roglic ya manda

La Vuelta lleva cuatro l¨ªderes en cuatro d¨ªas, todos ellos del Jumbo, pero este ¨²ltimo les sonar¨¢ m¨¢s que los anteriores: Primoz Roglic. El idilio del tricampe¨®n con la ronda espa?ola contin¨²a un a?o m¨¢s, en busca de una gesta in¨¦dita: su cuarta victoria consecutiva. El camino ha comenzado. Su equipo hab¨ªa ganado la contrarreloj inaugural en Utrecht, y desde entonces fue rotando el maillot rojo, como premio a aquellos ciclistas que en el resto de la carrera tendr¨¢n que trabajar por su capit¨¢n: el viernes, Gesink; el s¨¢bado, Teunissen, y el domingo, Affini. El trayecto por los Pa¨ªses Bajos fue un paseo para la escuadra holandesa, pero con la entrada en Espa?a arranc¨® la Vuelta de verdad. Se acab¨® la fiesta y empez¨® el festival. Y ah¨ª quien manda es Roglic. El amo. El patr¨®n.

La Vuelta a Espa?a regres¨® a casa. No es que en Nederland no hayan sido hospitalarios. La Vuelta se ha sentido all¨ª como en su hogar. Pero la ronda espa?ola, su pedigr¨ª, es otra cosa. Esta cuarta etapa, entre Vitoria y Laguardia, exprimi¨® esa esencia. El ADN. Atr¨¢s qued¨® el colorido del p¨²blico neerland¨¦s. Maravilloso. Y los trazados yincana, esos nervios acumulados en los estrechamientos, en las rotondas, los badenes, las isletas¡­ Tambi¨¦n esas tachuelas buscadas como excusas para conceder los puntos de la monta?a. La Vuelta cambi¨® la tensi¨®n caracter¨ªstica de las carreteras holandesas por el terreno rompepiernas de Euskadi, con dos puertos de verdad. En los Pa¨ªses Bajos hab¨ªa que salvar las ca¨ªdas. En el Pa¨ªs Vasco, la batalla ya no ha sido contra los elementos, fue un cuerpo a cuerpo.

Opakua, en la primera parte del trazado, y Herrera, que se coronaba a 14 kil¨®metros de la meta, castigaron las piernas del pelot¨®n. No son todav¨ªa puertos para ganar la Vuelta, ni siquiera para hacer una criba, pero hab¨ªa que encararlos con las orejas tiesas. Aqu¨ª no se gana la clasificaci¨®n general, pero se puede perder. Roglic lo sabe. Y no desaprovech¨® la oportunidad para llevarse el bot¨ªn completo. El esloveno, para empezar, caz¨® los tres segundos de bonificaci¨®n en la cima de la Herrera. Antes se hab¨ªa producido una imagen pl¨¢sticamente bella, la del todav¨ªa maillot rojo, su compa?ero Affini, y Teunissen, su antecesor, aproximando al grupo principal a las faldas de este puerto de siete kil¨®metros. Ya hab¨ªan disfrutado de sus momentos de gloria. Ahora les tocaba trabajar para el jefe de filas.

La escapada, por entonces, se hab¨ªa evaporado. Ah¨ª se hab¨ªan colado dos cazaetapas tradicionales: Lutsenko y De Marchi. Un aspirante a serlo: Shaw. Dos revoltosos habituales: Okamika y Bou. Tambi¨¦n el debutante Drizners. En total, seis aventureros que iniciaron un viaje sin los permisos validados. El Bora no quer¨ªa muchas alegr¨ªas. Buscaba puntos en el esprint intermedio para Sam Bennett. Y su opci¨®n final con Higuita. El Jumbo tambi¨¦n colabor¨® en la captura, al igual que el Quick Step de Alaphilippe y Evenepoel. Demasiados pretendientes.

La Herrera, el punto caliente de este recorrido dibujado por Joseba Beloki en tierras alavesas, no brind¨® grandes peleas entre los gallos, m¨¢s all¨¢ del arre¨®n final de Alaphilippe, al que respondi¨® Roglic para llevarse los tres segundos de bonus. Fue un pliego de intenciones. El esloveno ya era l¨ªder en ese momento, pero deseaba m¨¢s. Lo quer¨ªa todo. Despu¨¦s de su abandono en el Tour, tiene hambre. En la meta de Laguardia tom¨® la estela de Mads Pedersen, un hombre r¨¢pido que hab¨ªa superado la gresca, y que acab¨® segundo por tercer d¨ªa consecutivo. Por esas primeras posiciones asom¨® tambi¨¦n Enric Mas. Una gran noticia para el Movistar, para la Vuelta, para el ciclismo¡­ Aunque en este tipo de llegadas, Roglic es letal. El se?or de la Vuelta.