Una paliza de las de toda la vida

El primer partido fue una batalla destemplada, en el fango, de la que los Pelicans pudieron extraer petr¨®leo. Pero no lo hicieron: perdieron en Oklahoma City (94-92) lo que pareci¨® una oportunidad inmejorable, tal vez irrepetible, de pescar a domicilio. Eso fue, y el segundo asalto lo dej¨® claro. Victoria por aplastamiento (124-92) de los Thunder en una noche que traslad¨® esta eliminatoria a su normalidad: el l¨ªder contra el octavo del Oeste, que adem¨¢s no tiene a su mejor jugador, el lesionado Zion Williamson. Ahora la cosa est¨¢ 2-0 y cualquier sensaci¨®n de que los Pelicans pod¨ªan plantar cara, incluso sin su jugador franquicia, salt¨® por la ventana. Veremos cu¨¢nto de ella regresa con el traslado a Nueva Orleans.

Ahora pueden acordarse de la posesi¨®n final de CJ McCollum, perseguido por Cason Wallace, un rookie en formato bulldozer. Pueden lamentar el ataque anterior en el que fallaron hasta cuatro tiros seguidos que podr¨ªan haber sido decisivos. Pueden a?orar la superioridad en el rebote que se desvaneci¨®, la influencia de Jonas Valanciunas que esta vez solo dur¨® unos minutos. Y, desde luego, pueden pedir cuentas a Brandon Ingram, otra vez fantasmal, con su esp¨ªritu encerrado en la trampa defensiva de Lu Dort y sin ning¨²n ¨¢nimo de rebeld¨ªa, d¨®cil y apagado. Demasiado poco (18 puntos con sabor a nada, -30 en pista) para un talento de nivel all star que deber¨ªa ser importante siempre¡­ y esencial sin un Zion que pareci¨® decepcionado, nervioso en el banquillo. Como una fiera enjaulada en su ropa de calle.

El caso, le den las vueltas que le den, es que los Pelicans no tienen margen de error, ni el m¨¢s m¨ªnimo, contra este rival y en estas circunstancias. Por eso el primer partido fue una oportunidad especialmente importante, ¨²nica porque puede que no vuelva. Los de Luisiana volvieron a anotar 92 puntos¡­ pero esta vez los Thunder saltaron de 94 a 124. Treinta m¨¢s. Mucho m¨¢s cerca de los 120 que promediaron en regular season; m¨¢s en l¨ªnea con lo que son, sin mucha trampa ni acontecimiento excepcional. La l¨®gica aplast¨® a unos Pelicans min¨²sculos, arrollados en cuanto los Thunder pudieron correr, jugar con ritmo, abrazar las sensaciones que los convirtieron en el l¨ªder del Oeste. Con una media de edad de poco m¨¢s de 23 a?os y seguramente en un escal¨®n inferior al de los s¨²per favoritos al anillo (en el Oeste el campe¨®n, Denver Nuggets). Pero este equipo ha sido, tras 82 partidos, el mejor de un Oeste dur¨ªsimo, muy competitivo. As¨ª que este es un gran equipo de baloncesto. Y, para muestra, esta victoria por aplastamiento.

Como si fuera tan f¨¢cil como cambiarlo todo, coger el primer partido y darle la vuelta, los Thunder pasaron de conceder nueve rebotes de ataque solo a Valanciunas a regalar ocho en total, a todos los Pelicans. Forzaron 18 p¨¦rdidas de las que sacaron 22 puntos (una mina), ocho de ellas por faltas de ataque de un rival con cara de susto, desquiciado porque no tiene con qu¨¦ meter mano a una defensa muy f¨ªsica y muy r¨¢pida, un bosque de brazos que, sin Zion y con Ingram intentando no romper nada por si acaso, no sabe c¨®mo atravesar. De ejecuci¨®n pastosa y embarrada, una penuria en cada posesi¨®n, el ataque de los Pelicans se qued¨® en siete triples y en 16 asistencias, menos que p¨¦rdidas. Rebotearon menos y sumaron menos tanto en transici¨®n como en las zonas. Fue, en fin, una paliza de las de toda la vida.

Una noche tremenda de Chet Holmgren

Como el manual dice que a estos Thunder se les gana por volumen, a base de poner corpachones en las zonas, los Pelicans volvieron a ponerse en manos de un Valanciunas que anot¨® 11 puntos en tres minutos pero solo ocho en el resto del partido. Adem¨¢s, Larry Nance tuvo problemas en una pierna, otra limitaci¨®n para una rotaci¨®n interior ahora mismo cogida sin alfileres. Esta vez, adem¨¢s, Chet Holmgren respondi¨® desde el principio. El rookie fideo, un jugador extraordinario, demostr¨® que la cosa no iba a ser como en el primer partido tambi¨¦n desde el salto inicial: 13 puntos en siete minutos, 15 en el primer cuarto y el peso del ataque hasta que decidi¨® ponerse a anotar Shai Gilgeous-Alexander.

Fue, en realidad, coser y cantar. Chet acab¨® con 26 puntos y 7 rebotes, Shai con 33, un fant¨¢stico 13/19 en tiros y 5 asistencias. Mientras Ingram se deja atrapar por Dort en un lado de la pista, la actividad y los bloqueos sin bal¨®n de Shai hacen sudar a Herb Jones, un excelente defensor en un contexto complicado, finalmente batido por un s¨²per talento que solo necesita un palmo de parqu¨¦, un segundo de ventaja para anotar. Jalen Williams (21+5+7) complet¨® el trabajo de un big three que funcion¨® en formato demolici¨®n. A la basura las dudas del primer partido y a pista contraria con el airbag del 2-0.

Es dif¨ªcil saber qu¨¦ pueden hacer los Pelicans sin Zion y con este Ingram. Algunas defensas en zona funcionaron hasta que dejaron de hacerlo, pero el ataque fue un sufrimiento permanente, con un tirador m¨®vil como Trey Murphy obligado a esperar en est¨¢tico, y muerto de aburrimiento, y CJ McCollum inc¨®modo, sin control sobre c¨®mo, y sobre a qu¨¦ ritmo, se estaba jugando. Los Thunder son mejores, sin Zion estrepitosamente mejores. Y con esta versi¨®n de Ingram, capaces de no perder ni un solo partido de la serie. A los Pelicans les queda que su otra estrella despierte, quiera. Eso y el regreso a casa, que siempre sirve en playoffs. Al menos como mantra, como tabla en la que flotar durante unos d¨ªas, hasta ver qu¨¦ pasa.

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