Los enemigos de Luka Doncic
Un cambio de propietarios, muchas sombras y un ejecutivo que ha pasado de reverenciado a denostado. ?Qu¨¦ hay detr¨¢s del traspaso de Doncic?
Se ha repetido mucho en los ¨²ltimos d¨ªas, mientras todo el mundo intenta dar sentido a qu¨¦ demonios ha hecho Dallas Mavericks, que aquello no habr¨ªa pasado con Mark Cuban. Pero, claro, Cuban ya no est¨¢. Se hizo a un lado en diciembre de 2023, en una operaci¨®n que rond¨® los 4.000 millones en la valoraci¨®n de la franquicia y que primero aire¨® que el anterior mandam¨¢s iba a seguir teniendo voz y voto en las decisiones deportivas. Sonaba raro porque nadie se compra un juguete para que sean otros los que den a los botones. Y, como vaticinaba la suspicacia, no ha sido as¨ª.
Cuban no ha tenido nada que ver con el traspaso de Luka Doncic a los Lakers y bien que se ha encargado de dejarlo claro con su estruendoso silencio durante los primeros d¨ªas, en pleno trance de noticias y cuando reinaba la m¨¢s pura incredulidad en Dallas. Despu¨¦s, s¨ª dej¨® (¡°he tenido una semana complicada¡±) su recado en una conversaci¨®n sobre vida y negocios con el mism¨ªsimo Bill Gates: ¡°Si cuando ya hab¨ªas dejado de ser el CEO de Microsoft te hubieras enterado de que Steve Ballmer hab¨ªa cambiado Windows 11, el nuevo sistema operativo que triunfa, por Windows 10, un sistema operativo digno del Hall of Fame pero ya m¨¢s anticuado, ?qu¨¦ habr¨ªas hecho?¡°. Gates, por cierto, le contest¨® que lo que har¨ªa, seguramente, en una situaci¨®n as¨ª es ¡±esconderse de la prensa¡°. Y el expropietario de los Mavs remat¨® entre risas esclarecedoras: ¡°Pues conozco a un par de tipos que est¨¢n as¨ª estos d¨ªas¡±.
Reducido a un punto min¨²sculo en el engranaje de una franquicia que ya no es suya y en la que ya no se le consulta en los asuntos trascendentales, Cuban se hab¨ªa lavado, antes, las manos cuando Ramona Shelburne le llam¨® mientras elaboraba su esperado art¨ªculo en versi¨®n longform sobre la madre de todos los traspasos para ESPN. No quiso decir nada, que en este caso era decir mucho, pero la propia Shelburne asegur¨®, en el debate televisivo de Around The Horn, que Cuban jam¨¢s habr¨ªa traspasado a Luka Doncic. Y Marc Stein public¨®, d¨ªas despu¨¦s, que su intento por parar lo que por entonces ya era inevitable lleg¨® tarde y no tuvo ning¨²n ¨¦xito. Se ha pasado d¨ªas circulando por las redes, como confirmaci¨®n improvisada de todo esto, un comentario del propio (y cada vez m¨¢s a?orado) Cuban a este respecto, en 2020 y cuando todo eran, tan s¨®lo, suposiciones bastante locas: ¡°Si tuviera que elegir entre mi mujer y mantener a Doncic en los Mavs¡ tendr¨ªais que buscarme en el despacho de mis abogados preparando el divorcio¡±. Pues eso.
Si no eres nueva escuela, eres vieja escuela
En 2000, un Cuban de 42 a?os que hab¨ªa hecho fortuna muy r¨¢pido a trav¨¦s de la tecnolog¨ªa (un atisbo de lo que estaba por venir, no solo en el baloncesto profesional) compr¨® los Mavericks por 285 millones de d¨®lares. Despu¨¦s de la venta del 73% de la franquicia a las familias Adelson y Dumont, emperadores del mundo de los casinos y el juego, la valoraci¨®n total de los Mavs est¨¢ ya por encima de los 4.500 millones. Cuban fue un enfant terrible dif¨ªcil de controlar, un punto discordante y at¨ªpico en el board de la NBA, el gran concilio de las franquicias y coraz¨®n de la liga. Ahora tiene consideraci¨®n de recuerdo ilustre de la vieja escuela, as¨ª cambia la vida. La de los propietarios de antes, preocupados e inmiscuidos (a veces demasiado) en los asuntos deportivos. Los que manejaban (no siempre bien, desde luego) los equipos con un feeling que part¨ªa muchas veces de lo local, de la pertenencia y lo que se hab¨ªa mamado, en casa o en el instituto. Que a veces eran taca?os y obtusos, c¨®mo no, pero que no-hac¨ªan-cosas-como-traspasar-a-Luka-Doncic.
Hoy el valor medio de las franquicias NBA est¨¢ por encima de los 4.000 millones, una cifra que se ha duplicado en poco m¨¢s de cuatro a?os y que crece temporada a temporada en formato burbuja mientras la liga, entre debates sobre c¨®mo se juega, cu¨¢nto importan los partidos y cu¨¢ntos triples se tiran o se dejan de tirar, firma unos contratos televisivos de ciencia-ficci¨®n y se asegura la riqueza para, como m¨ªnimo, el medio plazo. En ese escenario, en el que no hay nada que rescatar ni mimar y en el que el hipercapitalismo fija su atenci¨®n como hace con todo lo que huele a dinero, las franquicias cambian de manos, se insertan en planes econ¨®micos en los que son parte y no fin y participan de una especulaci¨®n que ya regula, veremos por cu¨¢nto tiempo con discreci¨®n, la llegada de fondos de inversi¨®n privados y del dinero p¨²blico de esas inacabables fortunas de los pa¨ªses ¨¢rabes que tienen ya peones en todo el tablero del deporte mundial.
En ese escenario se hizo con los Mavs, definitivamente en diciembre de 2023, Miriam Adelson, furibunda trumpista (la NBA es una competici¨®n woke, pero hasta cierto punto) y viuda de Sheldon Adelson, patriarca de un imperio del juego gestionado a trav¨¦s de Las Vegas Sands y entre otras muchas cosas el tipo que quiso meter en el este de Madrid aquella chaladura decadente que iba a ser Eurovegas. Su socio (y familia pol¨ªtica) Patrick Dumont, que se cas¨® con la hij¨ªisima de los Adelson, Sivan, es, en realidad, el que toma esas decisiones en las que solo los muy ingenuos cre¨ªan que iba a seguir teniendo voz Cuban.
Dumont ha sido tambi¨¦n el encargado de demostrar cu¨¢l es su estilo y c¨®mo van a hacer las cosas. En pleno incendio, habl¨® con el Dallas Morning News y eligi¨® el formato de combate, sin suavizar lo sucedido, sin politiqueo y con mensajes muy duros, todos con Doncic como objetivo obvio: ¡°Tal y como yo lo veo, se gana por mentalidad, por tener el car¨¢cter adecuado, la cultura que hay que tener; y por dedicarse como es debido a trabajar tan duro como sea necesario para crear un entorno de los que ganan t¨ªtulos. Si no haces eso, vas a perder. Y si te fijas en los gigantes de la NBA, los grandes con los que crecimos -Michael Jordan, Larry Bird, Shaquille O¡¯Neal, Kobe Bryant- trabajaban muy duro, y todos los d¨ªas, totalmente concentrados en ganar. Y si no tienes eso, no va a funcionar. Si no tienes eso, no puedes formar parte de Dallas Mavericks. Eso es lo que queremos, lo he dejado claro y todos los saben en la franquicia. As¨ª es como hago las cosas fuera del baloncesto, porque es la ¨²nica manera de ser competitivo y ganar. Si lo que quieres es pegarte unas vacaciones, no lo vas a hacer con nosotros¡±.
Ahora, y porque el traspaso de Doncic es tan inconcebible que invita a pensar en que hay asuntos magros en las sombras, engranajes que no se ven, el cambio de manos de la franquicia est¨¢ en primera plana, en la diana de las quejas de los aficionados de los Mavericks. La NBA ya abri¨® (es social, pero hasta cierto punto) la puerta al negocio del juego, con idea adem¨¢s de que sea el comienzo de una gran amistad en la que, ay, qu¨¦ demonios podr¨ªa acabar saliendo mal. Los Adelson y los Dumont son el juego, la personificaci¨®n de un mundo como m¨ªnimo turbio. Como poco, descarnado y t¨®xico. Y han aparecido en escena en ese cruce de caminos instrumental para sus intereses, entre la aceptaci¨®n cada vez mayor de las apuestas como uno de los sostenes legales del deporte profesional y la batalla que est¨¢n librando, a sangre y fuego con todo su m¨²sculo como lobby, para legalizar el juego en Texas, una tarea pendiente para un sector que es pura depredaci¨®n: un caramelo colosalmente goloso.
Un cambio que puede no ser a mejor
Desde su llegada, los nuevos jefes han demostrado poco inter¨¦s por las pistas, por el baloncesto; Y poco tambi¨¦n porque no sea algo evidente para todo el que eche un simple vistazo. S¨ª se filtr¨® el proyecto de un pabell¨®n-casino para que los Mavs del futuro jueguen en un monumento a las apuestas. Una franquicia NBA, una adem¨¢s con un profundo arraigo social, ha pasado a ser, o eso parece, una baza m¨¢s en una partida sucia, la guerra por el juego en Texas que por ahora los Adelson y los Dumont, con toda su mordida de rottweiler por delante, no est¨¢n ganando. Por eso, y porque las explicaciones de los Mavs han sido de todo menos explicaciones (p¨ªrricas, contradictorias, a veces directamente indescifrables) algunos han aireado, terreno abonado para la conspiraci¨®n, incluso un traslado fuera de Dallas como hoja de ruta oculta. Un desguace pieza a pieza que es solo un rumor m¨¢s, uno radical en lo que de por s¨ª es un escenario preocupante. Porque, como m¨ªnimo, parece que Dumont, que piensa en sus negocios y cuentas y no en partidos de baloncesto, andaba escandalizado con la extensi¨®n que se iba a llevar, y ya ni oler¨¢ por el cambio de equipo, Doncic este verano: cinco a?os, 345 millones de d¨®lares.
Esto es obvio porque en cualquier otro supuesto el traspaso no se habr¨ªa hecho o el que lo ha hecho estar¨ªa ya despedido. As¨ª que los aficionados de los Mavs pueden a?orar a Cuban, que jam¨¢s habr¨ªa traspasado a Doncic, y elucubrar con lo que est¨¢ por venir con unos propietarios que apenas dan la cara, se mueven en sombras de otros asuntos y tienen muy poco inter¨¦s en parecer amigables. Ellos, como m¨ªnimo, han facilitado lo impensable. Han dado el visto bueno al que ha hecho el traspaso. Al malo principal de la pel¨ªcula: Nico Harrison, que en unos meses ha pasado de ni?o mimado del mundillo NBA, ejecutivo de post¨ªn, a enemigo p¨²blico n¨²mero 1, y no solo en Dallas. Con la misma rapidez con la que, en L.A., Rob Pelinka ha virado de in¨²til que ni se lee el convenio a genio que ha vuelto a situar a los Lakers en su rol natural. El depredador alfa, el hogar de las estrellas. Es una versi¨®n exagerada hasta lo rid¨ªculo, casi par¨®dica, de las circunstancias de los altos ejecutivos en la NBA. Si a los cinco minutos no sabes qui¨¦n es el primo, es que el primo eres t¨². Pero, en un caso as¨ª, tan s¨ªsmico, no es solo eso, los gajes del oficio. Lo de Nico Harrison va m¨¢s all¨¢ de la volatilidad de su trabajo.
El bueno de la pel¨ªcula era el malo
Harrison (52 a?os) lleg¨® a los Mavericks como general manager y presidente de operaciones en 2021. El relevo de Donnie Nelson, el hist¨®rico ejecutivo que hab¨ªa dirigido, con aciertos y errores (claro) y una salida achuchada, la era Dirk Nowitzki. Harrison, esa fama le preced¨ªa, ten¨ªa a su favor el feeling con los jugadores, sus conexiones en la liga gracias a sus a?os de trabajo en Nike. Pero como todas las narrativas tienen reverso, precisamente esas conexiones han acabado siendo demasiado cercanas.
?l se hizo un nombre en Nike por su gesti¨®n en el fichaje de Kobe Bryant cuando el agente de esta era un Pelinka que ahora, por lo que se ha contado, jug¨® con los miedos y las urgencias de un Harrison que deber¨ªa haber jugado con los miedos y las urgencias de su colega, obligado a hacer algo en unos Lakers suspendidos entre el presente y el futuro y siempre apremiados por el peso de su pasado. Y que era el ¨²nico tipo de todo el planeta con m¨¢s motivos que Harrison para que la operaci¨®n se cerrara en el m¨¢s restrictivo secreto. Si el ejecutivo de los Mavs quer¨ªa evitar un circo medi¨¢tico, presiones externas, un juicio p¨²blico a destiempo y la posibilidad de acabar con Doncic enfadado como una mona si le operaci¨®n se romp¨ªa, su hom¨®nimo en California ten¨ªa entre manos un chollo generacional, el atraco del siglo, y lo ¨²ltimo que pod¨ªa permitirse era una filtraci¨®n que montara una puja, una brecha que pusiera patas arriba el mercado. El caso es que fue Pelinka, y no al contrario, el que convenci¨® a Harrison de que el precio final se rebajara como pago por su silencio y su renuncia a hablar, y atar un par de cabos, con el agente de Doncic, Bill Duffy.
Ahora se recuerda, porque es el momento de zurrar al mu?eco, que Harrison hizo perder millones a Nike porque fue el responsable del fallido intento de fichar a Stephen Curry antes de que este se vinculara a Under Armour. Una presentaci¨®n nefasta, en la que tach¨® y corrigi¨® lo que se hab¨ªa usado con Kevin Durant y en la que lleg¨® a conducir (cuenta la leyenda, muy negra) a Steph con su hermano Seth. Se le quiera dar m¨¢s o menos importancia a esto, es otra demostraci¨®n de c¨®mo cambian las narrativas: del Harrison, el mago de Nike que ficharon los Mavs al Harrison, el que la pifi¨® en Nike antes de fichar por los Mavs. Y del que algunos en Dallas dicen ahora que no tiene intenci¨®n de alargar demasiado su carrera en los despachos de la franquicia.
En fin. S¨ª se sabe que al ejecutivo le molestaba y le preocupaba el descontrol con el peso y el poco cuidado que ten¨ªa Luka Doncic con su f¨ªsico. Y le daba vueltas a qu¨¦ pasar¨ªa si le daba 345 millones a un jugador cuya carrera podr¨ªa envejecer mal por su falta de atenci¨®n a asuntos que siempre acaban siendo vitales para un profesional. Marc Stein lo explic¨® as¨ª: ¡°B¨¢sicamente fue Harrison el que, despu¨¦s de la derrota en las Finales contra los Celtics, se convenci¨® de que Doncic no iba a mejorar su compromiso con tener una mejor preparaci¨®n f¨ªsica, su disciplina fuera de las pistas. Y que no iba a mejorar como l¨ªder del equipo, como el encargado de establecer una cultura ganadora, ni iba a hacer nada por tener otro comportamiento con los ¨¢rbitros. Y que a medida que avanzara su carrera iba a tener cada vez m¨¢s problemas a la hora de mantenerse sano y poder jugar. Y por eso no quer¨ªa que llegara julio y tener que darle m¨¢s de 350 millones por cinco a?os¡±.
Por encima de todo, lo que acaba emergiendo es una guerra de poder, un hartazgo con un componente profundamente personal, un distanciamiento cuyo rastro conduce al reguero de despidos, en los Mavericks, de perfiles muy cercanos a Doncic. ¡°Se deshacen de toda la gente que me gusta¡±, dijo el esloveno seg¨²n el citado art¨ªculo de Ramona Shelburne en ESPN. Normalmente, no es ese el trato que recibe un jugador franquicia, y m¨¢s a uno con galones de megaestrella (global y, seguramente, generacional) y de 25 a?os, se supone que con su prime por delante y no por detr¨¢s.
Lo que nunca se pod¨ªa ver venir
Tampoco es que Harrison diera pistas de su hartazgo. O puede ser que este le sobreviniera esta temporada, con las lesiones como escenario de la batalla. Hasta este verano, su labor (y muy bien hecha) hab¨ªa sido la que le tocaba, la del general manager entregado a la causa de su estrella, que mueve piezas para explotar sus virtudes y minimizar sus defectos: una segunda estrella generadora (Kyrie Irving), m¨²sculo y defensa (PJ Washington, Derrick Jones Jr, Dante Exum¡), tiro (Klay Thompson), un ancla en la zonas (Dereck Lively II¡ Una redefinici¨®n de un equipo que no sab¨ªa muy bien hacia donde iba hace solo dos a?os, antes de la llegada de Kyrie (una apuesta entonces muy arriesgada) que puso en marcha todo lo dem¨¢s, la escuder¨ªa que rode¨® al Doncic pleno en la ruta hacia las Finales 2024 de la NBA. Desde ah¨ª, del trono del Oeste y la lucha por el anillo, han pasado menos de ocho meses, un viaje inolvidable e imposible de imaginar sin Doncic como fuerza motriz. El curso pasado, el base fue all star por quinta temporada consecutiva, integrante del Mejor Quinteto por quinta temporada consecutiva, tercero en la votaci¨®n del MVP... Promedi¨® 33,9 puntos, 9,2 rebotes y 9,8 asistencias. Y firm¨® un partido de 73 puntos, 10 rebotes y 7 asistencias.
Los Mavericks seguir¨¢n siendo un muy buen equipo con Anthony Davis. Su defensa ser¨¢ excepcional. Pero todo su sistema de ataque, su forma de operar y de ser m¨¢s que un muy buen equipo, se basaba en la lectura y el poder gravitacional de Doncic. Los Mavs, y eso por no hablar del futuro, han cambiado sobre la marcha la fisionom¨ªa de un equipo que viene de jugar la Final de la NBA. Es un riesgo enorme. Y desde luego han acortado su ventana de aspiraci¨®n: es dif¨ªcil pensar en ganar m¨¢s all¨¢ de este a?o y el pr¨®ximo con el n¨²cleo Kyrie-Klay-Davis. Vendr¨¢n player options y posibles extensiones, y vendr¨¢ marejada (de las gordas) si las cosas no salen bien en los pr¨®ximos playoffs. Porque ah¨ª quedar¨¢n los Mavericks, m¨¢s all¨¢ de un Harrison que dijo, casi literalmente y en su confusa comparecencia para explicar lo inexplicable, que el futuro no iba m¨¢s all¨¢ de tres o cuatros a?os porque ¨¦l seguramente no estar¨ªa all¨ª despu¨¦s. Su rueda de prensa, en todo caso, se puede usar como ejemplo de lo que no hay que hacer... al menos si es que hab¨ªa algo que realmente se quer¨ªa explicar.
Incluso si se compran los argumentos de Harrison, sus declaraciones fueron torpes y poco convincentes y sus acciones, un ejercicio de mala praxis. Reconoci¨® que Pelinka, entre otros, se hab¨ªa tomado a broma su primer acercamiento (?por qu¨¦ ser¨ªa?), dijo una cosa y la contraria (tem¨ªa por la extensi¨®n de este verano, tem¨ªa que se estuviera formando una larga fila de equipos dispuesta a tentar a Doncic en el mercado) y acab¨® devorado por detalles que permiten cuestionar su juicio en todo este asunto. Actu¨® con una prisa ansiosa y dif¨ªcil de explicar m¨¢s all¨¢ del deseo personal de perder al esloveno de vista; no quiso una puja p¨²blica ahora pero tampoco esperar al verano para ver c¨®mo acaba todo el mundo la temporada y qu¨¦ podr¨ªan poner sobre la mesa los que salieran escaldados de los playoffs. Y no quiso ver c¨®mo funcionaba a pleno rendimiento el campe¨®n del Oeste cuando regresara del par¨®n por lesi¨®n su estrella.
Lo que ha recibido es irrisorio. Porque Anthony Davis es obviamente un jugador excepcional, pero no es a priori primera espada de un campe¨®n (?y Kyrie Irving?) y tiene casi siete a?os m¨¢s que Doncic. Y porque no soporta la comparaci¨®n con lo que se dio a cambio de jugadores como Rudy Gobert, Mikal Bridges o un Kevin Durant de 34 a?os, el que se fue de Brooklyn a Phoenix. Resulta extra?o que haya sido ahora cuando Harrison ha decidido que es irrecuperable un jugador que, s¨ª, tiene que cuidarse m¨¢s, estar en mejor forma, bajar de peso y protestar menos a los ¨¢rbitros. Pero que as¨ª, en esa versi¨®n, ha hecho cosas a la altura solo de los mejores de siempre en la primera parte de su carrera. Dirk Nowitzki, que tiene una estatua en Dallas, tambi¨¦n tuvo valles, Finales perdidas y cuestiones sobre su liderazgo y su dureza hasta que eclosion¨® como leyenda en el Norte de Texas. A los 25 a?os todav¨ªa no hab¨ªa sido campe¨®n. Tampoco LeBron James, Giannis Antetokounmpo, Nikola Jokic¡
Todo ha sido tan extra?o, y las explicaciones tan poco convincentes, que se han abierto las puertas a otros argumentos, todos peligrosos: las cuitas personales de un Harrison enfrentado a Doncic, el inter¨¦s o desinter¨¦s (salarial, empresarial) de los nuevos propietarios¡ Una oscuridad reptante hecha de dudas muy razonables que devora a los aficionados de los Mavericks y tiene perpleja a la NBA. Un movimiento nunca visto, realmente nunca visto, que ha puesto a una franquicia que estaba en un momento ¨®ptimo en un precipicio muy peligroso. Y que est¨¢ obligando a repensar incluso c¨®mo son las relaciones entre las estrellas y sus equipos en este mundo del nuevo convenio, con los temidos aprons y tantas restricciones que se est¨¢n empezando a volver en contra de los jugadores. Despu¨¦s de corregir una situaci¨®n que pudo volverse peliaguda, el primer tomo de la historia de Doncic en la NBA, con la llegada de refuerzos y la confecci¨®n de un proyecto de acero, los Mavs han decidido apostar contra el que era su jugador franquicia y su rey sol, decirle al mundo que Doncic no es para tanto. Si sale mal, y es f¨¢cil imaginar escenarios en los que sale muy mal, la historia ser¨¢ cruel: con la instituci¨®n, con sus nuevos due?os y con un ejecutivo al que hasta hace unos d¨ªas todos consideraban uno de los mejores de la NBA. Qu¨¦ cosas.
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