¡°Gracias por todo, Luka¡±
Griter¨ªo m¨¢ximo, ovaci¨®n cerrada, gui?os al p¨²blico y una afici¨®n vestida de blanco y con una frase en esloveno para agradecer los servicios prestados a un jugador legendario.


Dirk Nowitzki anunci¨® su presencia en el American Airlines Center de Dallas, Texas, como acto premonitorio a un encuentro hist¨®rico. Al alem¨¢n no se le ve¨ªa en una pista de baloncesto desde el 10 de febrero, cuando acudi¨® al Crypto Arena a ver el debut de Luka Doncic con la camiseta de los Lakers tras uno de los traspasos m¨¢s sorprendentes e impactantes de la historia de la NBA. Tambi¨¦n en uno de los acontecimientos deportivos m¨¢s grandes de siempre. Dos meses despu¨¦s de lo ocurrido, Nowitzki, el mejor jugador que ha vestido la camiseta de los Mavericks, volvi¨® a la pista en la que se encumbr¨® como baloncestista porque as¨ª lo exig¨ªa un reencuentro m¨¢gico, ¨²nico, m¨ªstico. El de rendir tributo a la estrella que ven¨ªa a sucederle. Algo que finalmente no ocurri¨® por obra y gracia del gigantesco error de un Nico Harrison que, encumbrado por Patrick Dumont y la familia Adelson, ha considerado que este es el camino a seguir sin que nadie entienda por qu¨¦. Algo con lo que Nowitzki o Mark Cuban, que pose¨ªa la mayor¨ªa de las acciones hasta finales de 2023, no han estado de acuerdo. Por lo que sea.
Pero el el retorno de Doncic a Dallas no era para recordar el rencor que se ha apoderado de tantos y tantos por la salida del esloveno de los Mavericks. Sino el momento clave para rendir tributo a ese h¨¦roe que siempre lo ser¨¢. Que, tras seis temporadas y media dedicado en cuerpo y alma a una ciudad y una franquicia, sali¨® de la forma m¨¢s inesperada. Y as¨ª fue: los asientos estaban llenos de camisetas blancas con una frase en esloveno que rezaba: ¡°Gracias por todo¡±. La familia de Doncic acudi¨® al que hasta hace poco era el hogar del hijo pr¨®digo, para apoyarle en las duras y a las maduras. Y el p¨²blico se puso en pie para un v¨ªdeo tributo de casi tres minutos de duraci¨®n que repasaba los mejores momentos del base con los Mavericks. El implicado, con una c¨¢mara puesta sobre ¨¦l todo el rato, no pudo contener las l¨¢grimas. Y Nowitzki aplaudi¨® como si no hubiera un ma?ana porque tomar partido es el pan de cada d¨ªa y el alem¨¢n est¨¢ claro para qui¨¦n quer¨ªa que fuera un testigo que no le han dejado portar.
Doncic, compungido, salud¨® a sus compa?eros. Antes, ya hab¨ªa saludado a los que lo hab¨ªan sido: a Klay Thompson en el calentamiento, a Dereck Lively, al que tantos balones arriba le puso el a?o pasado para llegar a las Finales. Ahora, fue uno por uno mientras recib¨ªa los aplausos eternos de un p¨²blico entregado, de blanco pero ba?ados en negro por la oscuridad del momento. La c¨¢mara busc¨® a LeBron: la estrella, curtida en mil batallas, asegur¨® que iban apoyar al jugador todo el partido. En ese momento, a sabiendas de que alguien que inspira semejante ejemplo, cuya aura es m¨¢s grande que la de muchas franquicias completas de la NBA, aplaudi¨® al h¨¦roe de la noche, a ese cuyo protagonismo no se pod¨ªa discutir. Luego, se fundi¨® con ¨¦l en un largo abrazo con Doncic enterrando la cara en el hombro de su compa?ero. Buscando consuelo incluso cuando no lo hab¨ªa. Con esas l¨¢grimas que certificaban que el nunca se quiso ir. Y que llevar¨¢ en el coraz¨®n eternamente al equipo que hab¨ªa sido suyo. Y la sensaci¨®n de abandono y de ruptura era permanente en un ni?o que pas¨® a ser hombre en una ciudad con la que se volc¨® siempre que pudo. Y, ahora, le han devuelto el favor.
El partido transcurri¨® como ten¨ªa que ser. Con aplausos cada vez que Doncic tocaba el bal¨®n y c¨¢nticos de ¡°Fire Nico¡± (pidiendo, claro, el despido de Harrison) cuando no lo ten¨ªa. Tambi¨¦n con peticiones de MVP cada vez que el esloveno acud¨ªa a la l¨ªnea de tiros libres. Y celebraciones en sus canastas y sus triples como si todav¨ªa fuera un jugador local. Porque la estrella nunca ser¨¢ un extra?o en la ciudad que le vio crecer, ser candidato perenne a los premios individuales, llevar a los Mavericks de vuelta a las Finales. Permitir so?ar haciendo cosas en pista que antes s¨®lo hab¨ªamos visto en sue?os. Siempre ser¨¢ bienvenido, pasen los a?os que pasen. Y tendr¨¢, o ser¨ªa lo justo, su camiseta colgando en lo m¨¢s alto del American Airlines Center en el futuro. Poca gente ha dejado una huella tan grande en tan poco tiempo en un sitio determinado. A Doncic le aplaudieron cuando anotaba, cuando fallaba, cuando se iba al banquillo y cuando volv¨ªa a entrar. ¡°Welcome back¡±, rezaban otros carteles. Y todo ello para confirmar algo que ya se sab¨ªa. Y que fue certificado a voz en grito por el esloveno: que nunca se quiso ir. Gracias por todo, Luka.
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