El tiempo puede ser cruel. Sobre todo, si te adelantas, si vas un paso por delante. Entonces, cabreado, te intenta esconder en el ¨²ltimo recoveco de su dimensi¨®n. Dicta sentencia y te condena al olvido. Qu¨¦ culpa tendr¨ªa Malone de su genialidad. De anticiparse a todo el mundo, de saltar en el momento justo. Un p¨ªvot inteligente (muy a pesar de algunos), amigo ¨ªntimo de los espacios y con un contador imposiblemente mejor calibrado para envolver la pelota tras su contacto con el tablero y el aro. Su ¨²nico error fue destacar demasiado pronto. Cultiv¨® la tierra, junto a Magic, Bird y tantos otros como ¨¦l, para que floreciera la NBA moderna, la mejor liga del mundo. Una explosi¨®n tan positiva como irreverente con los que quedaron eclipsados. Despu¨¦s, lleg¨® el otro Malone, Karl, para terminar de pisotearle. Para condenarlo a desaparecer del imaginario de los m¨¢s j¨®venes. 3 MVP, 12 All Star NBA, 1 All Star ABA, 6 temporadas de liderazgo en el rebote y un monopolio absoluto en el ofensivo que, raramente, se hacen un hueco en la memoria presente.

2003 es un a?o grabado como mandamiento sobre tabla en la memoria de cualquier seguidor de la NBA y del baloncesto en general. Michael Jordan se desped¨ªa definitivamente de la competici¨®n y, tras ¨¦l, llegaba un jovenc¨ªsimo LeBron James. Caprichos de la narrativa. Lo hac¨ªa acompa?ado de una de las mejores camadas de la historia (Carmelo Anthony, Dwyane Wade, Chris Bosh...), pero sobresaliendo igualmente. Por muchos motivos. Entre ellos, el hecho de llegar directamente desde el instituto. Ten¨ªa 18 a?os, pero ya hab¨ªa firmado un contrato de 90 millones con Nike y sido portada de Sports Illustrated. El mayor hype de la historia de la competici¨®n, cuando ¨¦ste a¨²n no era mainstream. Sin tanto ruido, antes que ¨¦l, ya lo hab¨ªan hecho otras leyendas, como Kevin Garnett, Kobe Bryant o Tracy McGrady. Todos ellos, tocados por una varita que Moses Malone carg¨® de precocidad.

"Creo que se est¨¢n aprovechando de Moses", dec¨ªa Lefty Driesell al enterarse de la llegada de Moses a la ABA, al baloncesto profesional. Era el verano de 1974 y Driesell, entrenador de la Universidad de Maryland, cumpl¨ªa un a?o tras los gigantescos pasos de Malone, un p¨ªvot de 19 a?os que, a los 12, ya media 192 cent¨ªmetros. Lo ten¨ªa todo para destacar desde temprano, aunque su primer contacto con el baloncesto fue m¨¢s tard¨ªo de lo habitual. A fuego lento, con fina iron¨ªa. No sinti¨® curiosidad por el deporte hasta pasados los trece, pero, una vez toc¨® la pelota, ya no la solt¨®, replanteando los postulados de Newton y opositando a ese sudor que huele a calle, a barrio, a baloncesto: el esfuerzo ya no le abandonar¨ªa, ni esa extra?a atracci¨®n que sent¨ªa por el bal¨®n. O el bal¨®n hacia ¨¦l, qu¨¦ m¨¢s dar¨¢. Tal y como explica en varias entrevistas, las horas de sus siguientes meses estar¨ªan copadas por aros, redes y tableros, ¨²nicamente interrumpidas por el desgaste de unas zapatillas que, raramente, pod¨ªa cambiar. Su apetito baloncest¨ªstico se volvi¨® insaciable y lleg¨®, incluso, a jugar contra los reclusos de una prisi¨®n cercana. "Ah¨ª es donde fui a la universidad", dijo, en declaraciones recogidas por la propia p¨¢gina de la NBA.

Moses Malone creci¨® muy alejado de lo id¨ªlico. Por las noches, cuando no refrescaba, se sub¨ªa al techo de la granja en que viv¨ªa. Ingenuo, contemplaba las estrellas, sin saber que terminar¨ªa jugando con ellas. A su espalda, quedaba un edificio atrofiado, con agujeros haciendo de ventanas y un sistema de iluminaci¨®n que fallaba m¨¢s de la cuenta. "Estaban arruinados. La casa no ten¨ªa ni pintura. Todo el barrio era as¨ª, extremadamente pobre", explic¨® Larry Creger, que terminar¨ªa llev¨¢ndose a Malone a Utah Stars, al escritor deportivo Terry Pluto, que recoge la cita en el libro Loose Balls: The Short, Wild Life of the American Basketball Association.

Por esas mismas cuatro paredes, por llamarlas de alguna forma, pasar¨ªa un ojeador tras otro. Los art¨ªculos de la ¨¦poca sit¨²an en 300 las ofertas universitarias que el joven Malone llegar¨ªa a tener sobre la mesa. No todas de baloncesto, algunos le aconsejar¨ªan el b¨¦isbol como la v¨ªa m¨¢s r¨¢pida para abandonar la pobreza. Una insensatez que hubiera adquirido dimensiones tan legendarias como las del propio jugador.

Cada una de ellas estar¨ªa justificada. Moses hab¨ªa llevado al instituto de su ciudad, el Petersburg High School, a conseguir dos campeonatos estatales consecutivos; sumando, en uno de ellos, 50 victorias sin interrupci¨®n. Su madre, Mary Malone, que luch¨® durante gran parte de su vida contra serios problemas de salud, y que tuvo que echar a su marido de casa por alcoholismo, le acompa?ar¨ªa en la mayor¨ªa. Estaban muy unidos, viv¨ªan solos y el apoyo mutuo era lo ¨²nico que ten¨ªan. Mery, en una lucha constante por mantenerse en pie a la vez que nutria econ¨®micamente el hogar, nunca permiti¨® que su hijo tuviera que mancharse las manos. "No me gustaba la idea de que tuviera que ponerse a trabajar desde peque?o. Sab¨ªa lo dif¨ªcil que es levantarse por la ma?ana y no quer¨ªa que lo hiciera ¨¦l tambi¨¦n", explicaba, en 1979, al periodista Frank DeFord.

En una entrevista para Playboy, Malone record¨® esa ¨¦poca como la excepci¨®n a la regla. Como la ilusi¨®n del ni?o que nunca fue. "?Presi¨®n? ?Presi¨®n d¨®nde? ?Fue divertido! Viajaba cada vez que ten¨ªa un descanso. Visit¨¦ al menos 26 universidades. Crec¨ª pensando que Petersburg era la mejor parte del mundo; pero cuando comenc¨¦ a visitar otros Estados, me di cuenta de que Petersburgo era la ¨²nica parte del mundo que hab¨ªa visto. No cambi¨® mi sentimiento sobre Petersburgo, pero las cosas eran muy diferentes en la costa Oeste, en el Suroeste, en Hawai, en todas partes", recoge la revista. El mundo se abr¨ªa a sus ojos. Entero. Con todas sus posibilidades y peligros.

Maryland fue la elegida, aunque por poco tiempo. Era una buena opci¨®n, la que le permit¨ªa seguir m¨¢s cerca de su madre; pero el dinero, un anzuelo para cualquiera, era una trampa bendita en sus circunstancias. Pis¨® las aulas durante tres d¨ªas, hasta que recibi¨® la llamada del Utah Stars. Hab¨ªa convenido a Larry Creger. Hab¨ªa convencido a la historia: ten¨ªa 19 a?os y pon¨ªa rumbo a la ABA, al baloncesto profesional, sin haber debutado en la liga universitaria. Como LeBron, como Kobe, como Garnett, pero mucho antes.

De la ABA a la NBA: tejiendo la historia de la competici¨®n

En 1967, los Philadelphia 76ers romp¨ªan con la mayor hegemon¨ªa temporal en la historia de la NBA: tras ocho anillos consecutivos, los Celtics de Bill Russel, John Havlicek, K.C. Jones y compa?¨ªa hincaban la rodilla. El caprichoso guion de la mejor liga del mundo querr¨ªa que, 16 a?os despu¨¦s, los mismos Sixers fueran los verdugos del f¨¦rreo duopolio entre Boston y Lakers; pero a¨²n falta para ello.

Mientras Bill Russell encajaba su primera, y ¨²nica, derrota en unas finales de la NBA, el empresario Dennys Murphy se aventuraba con la creaci¨®n de una nueva liga de baloncesto: la American Basketball Association (ABA). El qu¨¦ estaba claro y el c¨®mo, tambi¨¦n: competir con la NBA por el monopolio del baloncesto profesional a trav¨¦s de un juego m¨¢s desenfadado, sometido a la tiran¨ªa del espect¨¢culo y del envoltorio. "?Viva el showtime!" ?Les suena? La ABA, a pesar de su estrepitosa ca¨ªda en el intento, influir¨ªa notablemente en la NBA que hoy conocemos. A ella le debemos la l¨ªnea de tres puntos (la NBA la adopt¨® en 1979) o los concursos de mates (no llegaron a la NBA hasta 1984). Cosas del destino, o no, Julius Erving, el Dr. J, se har¨ªa con la primera victoria en el certamen de los vuelos y los machaques.

Ah¨ª llegaba Malone, con un mill¨®n de d¨®lares bajo el brazo y un contrato por cinco a?os que, aunque hubiese querido, no hubiera podido respetar: era 1974 y a la ABA s¨®lo le quedaban dos a?os m¨¢s de vida. Id¨®neo para alguien a quien las etapas siempre le quemaron.

En su primera, y ¨²nica, temporada con los Stars, promedi¨® 18,8 puntos, 14,6 rebotes y 1,5 tapones. Con 19 a?os y menos de 100 kilos, casi nadie le podr¨ªa hacer sombra bajo el aro. Tan espigado como especial, se col¨® en el quinteto ideal de novatos y empez¨® a escribir un cap¨ªtulo del baloncesto del que es autor, pero del que tambi¨¦n firma el pr¨®logo y el ep¨ªlogo: "Cuando le contratamos sab¨ªamos que ten¨ªa mucho talento, pero no como para hacer lo que est¨¢ haciendo ahora. Tiene capacidad para ser el mejor reboteador ofensivo de la historia", llegar¨ªa a decir, ya por aquel entonces, Bucky Buckwalker, entrenador y visionario. Termin¨® la temporada como l¨ªder en rebotes ofensivos y quinto en la clasificaci¨®n de los totales.

De Utah se mud¨® a Saint Louis, donde s¨®lo llegar¨ªa a disputar media temporada. A?o raro. Por todo. En los Spirits, bajar¨ªa notablemente sus prestaciones, pasando a un 14,3+9,6+0,7, jugando de ala-p¨ªvot y en una liga que se ahogaba entre deudas. New York Nets, Denver Nuggets, Indiana Pacers y San Antonio Spurs se exiliaban a la NBA, en una especie de fusi¨®n con la ABA y, junto a dichas franquicias, Rick Barry, David Thompson, George Gervin, Artis Gilmore, Connie Hawkins, Billy Cunningham, Spencer Haywood o Doug Moe. Una nueva constelaci¨®n empezaba a orbitar. Algunos, volv¨ªan a la que hab¨ªa sido su primera casa, otros, pisaban la NBA por primera vez. Entere los segundos, Erving y Malone.

Doctor J aterrizar¨ªa "directamente" en los Sixers. Las comillas, producto de un embrollo que marc¨® la historia de los Knicks para siempre. La franquicia de Nueva York le rechazar¨ªa como pieza de compensaci¨®n por una demanda contra los Nets, a los que ped¨ªan 4,8 millones por una, en t¨¦rminos de marketing, 'competencia desleal' en la Gran Manzana. Los Knicks, para sorpresa de nadie, se equivocaban y los Sixers, como invitado de ¨²ltima hora, se hac¨ªan con sus servicios, remunerando a los Knicks y liberando al jugador de unos Nets intransigentes con su salario. Lo 76ers ya ten¨ªan su primera pieza para el asalto. La segunda, Malone, tardar¨ªa cinco a?os m¨¢s en llegar.

Houston ser¨ªa su "primera" morada en una NBA que iniciaba su camino hacia el olimpo de las ligas, pero que a¨²n se mov¨ªa en lo terrenal. Lleno de fango, adem¨¢s. Nuevas comillas, nuevo sainete. Moses, ya con 21 a?os, ser¨ªa seleccionado por Portland Trail Blazers en quinta posici¨®n. No era un Draft al uso, sino que se trataba de un evento destinado, exclusivamente, a los jugadores de la ABA que hab¨ªan quedado libres. Maurice Lucas y Bill Walton le cerrar¨ªan las puertas en Oreg¨®n, posteriormente conquistando el anillo y, r¨¢pidamente, ser¨ªa traspasado a los Buffalo Braves (ahora Los ?ngeles Clippers; por aquel entonces, asentados en Nueva York). Testimonial. Despu¨¦s de dos partidos y sin minutos, llegar¨ªa, por fin, a los Rockets, donde se reencontrar¨ªa con Tim Nissalke, que hab¨ªa sustituido durante la temporada en Utah a Buckwalker. "Era tan r¨¢pido como un rayo y parec¨ªa saber a d¨®nde iba cada rebote. Vi un partido de playoffs en su temporada de novato donde captur¨® 38 rebotes, 23 de ellos desde el cristal ofensivo", dir¨ªa, posteriormente, sobre su primera etapa junto a Moses.

Con tal precedente, la confianza no pod¨ªa ser menos que ciega. Sentimiento que tardar¨ªa poco en contagiarse al resto del equipo, que contaba con jugadores de la talla de John Lucas, Mike Newlin y Rudy Tomjanovich; todos ellos, abonados a las noches de dobles d¨ªgitos. Tambi¨¦n Calvin Murphy, que representar¨ªa a la perfecci¨®n qu¨¦ supuso la llegada de Malone al equipo. "Entrenador", se quejaba Murphy a Nissalke tras la llegada de Moses, "has creado un monstruo. ?Este tipo va a ser nuestra estrella?". "Creo que es una estrella", rectificar¨ªa tres partidos despu¨¦s.

En Houston, Malone inici¨® su idilio con el All Star. Debutar¨ªa en el partido de las estrellas en su segunda temporada y no lo abandonar¨ªa hasta la 1988-89, llevando la camiseta de Atlanta. Todos ellos, sumados al que ya hab¨ªa conseguido en su temporada de rookie en la ABA, resultar¨ªan en 13 participaciones, las mismas que Wilt Chamberlain o Bob Cousy; una m¨¢s que Larry Bird y Magic Johnson, sus bestias negras. En los resultados y en la historia.

La NBA pre 80 era un desierto aciago. Se hab¨ªa impuesto a la ABA, pero, ni mucho menos, formaba parte del d¨ªa a d¨ªa estadounidense. Es historia conocida. Econ¨®micamente, se situaba al borde de un precipicio insalvable, las drogas estaban tan o m¨¢s presentes entre los jugadores que en la sociedad y las televisiones no la ve¨ªan como un producto rentable. Seg¨²n un estudio de la revista Sports Illustrated, entre 1977 y 1978 hab¨ªa que bajar hasta la posici¨®n 442 de los programas m¨¢s vistos para encontrar un partido de la NBA. Entonces, lleg¨® la salvadora rivalidad entre Magic Johnson y Larry Bird, tan oportuna como irreverente con los que hab¨ªan venido labrando el camino y sus coet¨¢neos. Pete Maravich, Walt Frazier, Elvin Hayes, Bill Wlaton o Bob McAdoo quedaban eclipsados para las memorias posteriores. Moses Malone, tambi¨¦n.

En su primera temporada en Texas, terminar¨ªa promediando los mismos puntos que rebotes: 13,5 y 13,4, respectivamente. En su segunda, una fractura en el pie derecho s¨®lo le permitir¨ªa disputar 59 partidos y, en su tercera, ser¨ªa MVP, con 23 a?os, el m¨¢s joven hasta ese momento y con solamente un a?o m¨¢s que Derrick Rose, el m¨¢s precoz de siempre. 24,8 puntos y 17,6 rebotes que marcar¨ªan los inveros¨ªmiles par¨¢metros en los que se iba a mover durante los pr¨®ximos a?os y que dejaron a Houston al borde de la gloria en la 80-81, a un Larry Bird del Larry O'Brien, a un paso de una corona que no encontrar¨ªa su primer reposo hasta trece a?os despu¨¦s, en Hakeem Olajuwon.

El incansable Gary Bender y el mism¨ªsimo Bill Russell fueron los encargados de ponerle voz a la haza?a. Los Rockets, dirigidos por Del Harris, llegaban a los playoffs con un irrisorio r¨¦cord de 40-42, el peor en a?os para un clasificado, y se enfrentaban en primera ronda a los vigentes campeones, Los ?ngeles Lakers. Los Lakers de Kareem, Jamaal Wilkes, Norm Nixon y un sophomore llamado Magic Jhonson, que llegaba tras su exhibici¨®n en las Finales anteriores, pero tras haberse perdido gran parte de la temporada por lesi¨®n. Eliminatoria a tres partidos solventada por la m¨ªnima ventaja, 31,3 puntos de media y 17,7 rebotes para Malone e impulso para superar a San Antonio y Kansas City. Ning¨²n Goliat pod¨ªa con David, hasta que lleg¨® Bird. Derrota, victoria, derrota, victoria... derrota y derrota. Con 27 puntos, Larry daba la estocada final, fielmente acompa?ado de Robert Parish y, anecd¨®ticamente, guiado por un Cedric Maxwell que terminar¨ªa llev¨¢ndose el MVP de las Finales. El duopolio se llevaba el primer asalto.

¡°Fo, fo, fo¡±, dice la leyenda

Cuando Moses sorte¨® la universidad, desat¨® un debate que a¨²n perdura a d¨ªa de hoy. En 2005, la NBA decretaba edad m¨ªnima para poder acudir al Draft, para poder formar parte del baloncesto profesional: nadie con menos de 19 a?os podr¨ªa dar el salto. Una medida llena de controversia, que ten¨ªa como objetivo evitar la llegada a la liga sin el peaje de la educaci¨®n superior. La parte de la normativa dedicada a los jugadores internacionales no puede dejar m¨¢s clara su intencionalidad: entre la graduaci¨®n en secundaria y la candidatura al Draft, los jugadores deben dejar pasar, como m¨ªnimo, un a?o. En 2018, hubo rumores de rebajar la restricci¨®n hasta los 18; en 2019, con el "fen¨®meno Zion", se acrecent¨®. De momento, se mantiene.

Por otro lado, y para los m¨¢s malpensados o economicistas, tambi¨¦n cabe la posibilidad de que la raz¨®n de ser se encuentre en que la NCAA, la liga universitaria, sea el origen de una ingente cantidad de ingresos. Los jugadores, sin la consideraci¨®n de profesionales, generan mucho y reciben (casi) nada. En 2015, seg¨²n datos de USA Today recogidos por El Independiente, 24 universidades ingresaron m¨¢s de 100 millones de euros; en 2011, la NCAA vendi¨® los derechos de las retransmisiones deportivas a la CBS y a Turner por 10.800 millones de d¨®lares. De todo ello, los que botan el bal¨®n no ven nada; imag¨ªnense si, como en la NBA, percibieran el 49% del montante... Tras la ¨²ltima decisi¨®n de la junta directiva de la NCAA, que permitir¨¢ a sus atletas obtener beneficios a trav¨¦s de la imagen, la situaci¨®n cambia; pero a¨²n queda alejada del deporte profesional en su esencia.

Actualmente, la raz¨®n B es, incluso, m¨¢s factible que la A; pero lo cierto es que, cuando Malone cogi¨® el atajo, la A pesaba mucho. "Malone no es particularmente expresivo, de hecho, en su voz grave, impregnada por el argot de su subcultura sure?a empobrecida, las palabras son confusas", escribir¨ªa DeFord al hablar del joven p¨ªvot. Moses no ser¨ªa un gran estudiante. La soledad y las condiciones de vida le empujar¨ªan hacia un silencio que oxidar¨ªa sus palabras, seleccionadas con cuentagotas y emitidas a trompicones. Un hecho que le costar¨ªa el sobrenombre de "Mumbles" Malone, firmado por un periodista de la radio de Utah, y que har¨ªa caer en burla su amenaza antes de los playoffs de 1983, ya con la camiseta de los Sixers. "Four, four, four" dir¨ªa, haciendo referencia a que contar¨ªan las series por plenos de victorias; "fo, fo, fo", se qued¨® en el imaginario del p¨²blico, debido a su peculiar acento. "Cre¨ªa en la universidad para el 99 por ciento de los jugadores del pa¨ªs, pero no para Moses. ?Para qu¨¦ estaba mejor preparado, para sentarse en una clase o para jugar al baloncesto? Adem¨¢s, ?qu¨¦ necesitaba m¨¢s su familia, a Moses sentado o alguna ayuda econ¨®mica inmediata? ", declarar¨ªa, pasados los a?os, Larry Creger.

Malone lleg¨® a Philadephia la temporada 1982-83, siendo dos veces MVP y tras una temporada de 31,1 puntos y 14,7 rebotes. All¨ª, se "reencontrar¨ªa" con un Erving empe?ado en volver a traer un anillo a Philadephia. El ¨²ltimo, obra de Wilt Chamberlain, Hal Greer, Chet Walker y Billy Cunningham ya quedaba muy atr¨¢s (1966-67) y, el anterior, a¨²n se hab¨ªa bautizado bajo el agua de los Syracuse Nationals de Dolph Schayes. Tocaba renovar. Fallar¨ªa al lado de Doug Collins, Lloyd B. Free y George McGinnis; pero encontrar¨ªa en Moses, Maurice Cheeks y Andrew Toney lo que necesitaba. Sobre todo, en Moses, cuya predicci¨®n, posteriormente matizada, s¨®lo quedar¨ªa invalidada por una solitaria derrota frente a los Bucks. "No estoy diciendo que vayamos a barrer a todos en cuatro juegos, solo digo que, si tenemos una idea de ganar el campeonato, lo mejor que podemos hacer es ganarlo lo m¨¢s r¨¢pido que podamos", aclarar¨ªa posteriormente.

65 victorias en temporada regular (la segunda mejor marca de la historia de la franquicia) les avalaban. Malone y sus 24,5 puntos y 15,3 rebotes, tambi¨¦n. "Entend¨ª que ¨¦l era el hombre y, cuando vino a Philadelphia, vino a ganar", recordar¨ªa Billy Cunningham, entrenador y enlace entre anillos, con el paso de los a?os. "Nos dio lo que necesit¨¢bamos para dar el salto de calidad. Jug¨¢bamos con ventaja, ten¨ªamos al mejor p¨ªvot", recodar¨ªa Doctor J. Palabras mayores. Sobre todo, si se tiene en cuenta que, en Los ?ngeles, campeaba uno de los jugadores considerados en la terna por el mejor de todos los tiempos: Kareem Abdul-Jabbar. En esa ocasi¨®n, Malone iba a ser su kriptonita.

Los Lakers llegaban a las Finales de 1983 tras arrollar a Portland (4-1) y San Antonio (4-2); los Sixers, con "el consejo" de Malone casi impoluto, 4-0 a New York y 4-1 a Milwaukee. Nada hac¨ªa pensar que la amenaza de Moses llegar¨ªa tan lejos, hasta que el bal¨®n empez¨® a botar. Era la revancha. Un back to back en la Finales que no se ve¨ªa desde la 68-69, entre los propios Lakers y Boston. Ruptura presente e intergeneracional. Estocada de quilates, aunque perenne, a la mayor rivalidad de la historia.

El cuarto partido entre Lakers y Sixers ser¨ªa el elegido por Canal + para dar la bienvenida al a?o 1999. "Philadelphia ten¨ªa una novedad muy importante en esa temporada, que era ese jugador", dir¨ªa el periodista Antoni Daimiel, mientras las c¨¢maras enfocaban a Moses. Los Lakers, contra las cuerdas y con las bajas de Norm Nixon (promediaba 19 puntos en esos playoffs), McAdoo y James Worthy se hundir¨ªan en el ¨²ltimo cuarto, al ritmo de saltos perdidos y espacios negados. Hasta 23 rebotes capturar¨ªa Malone en The Forum. Diez de ellos en el cuarto acto, al que llegaban 11 puntos abajo. "Les dimos vida y luego se la quitamos", se regocijaba Erving. Moses, MVP de las Finales y de la temporada (el ¨²nico jugador en conseguir dos consecutivos en equipos distintos), terminar¨ªa la serie en 25,8 puntos, 18 rebotes y 1,5 tapones, absorbiendo la magia de Jhonson, dirigiendo el tr¨¢fico en las alturas, con muchas prohibiciones para Kareem, y con un 4-0 grabado a fuego. Literalmente. "Fo, fi, fo" (four, five, four), quedar¨ªa inscrito en la parte interior de sus anillos.

En 1984, un tal Charles Barkley aterrizaba en Philly. Llegar¨ªa tras ser seleccionado en el quinto puesto del Draft y se marchar¨ªa promediando 23,1 puntos y 11,1 rebotes, siendo un proyecto de MVP (lo conseguir¨ªa la siguiente temporada en Phoenix) moldeado por Moses. "No he encontrado ning¨²n jugador de baloncesto que haya trabajado tanto este aspecto del juego como ¨¦l. Si hab¨ªa un rebote ofensivo, Moses iba y se hac¨ªa con ¨¦l. Siempre impecable", recuerda Barkley en el programa Vintage NBA.

"El Gordo", apodado as¨ª por su inconfundible fisionom¨ªa, cambiar¨ªa el chip a golpe, y golpes, de Moses. Pas¨® de promediar 14 puntos y 8,6 rebotes, en su temporada de rookie, a 20 y 12,8, respectivamente, en la de sophomore. "Hasta antes de eso (Malone), yo no hab¨ªa trabajado duro. Me hizo un guerrero", confiesa. Desde las deportivas desgastadas hasta sus tres MVP, el trabajo nunca abandon¨® a Malone. Especialmente, el que menos suele gustar: "Nadie quiere aguantar los golpes. No quieren lo m¨¢s duro. Tienes ni?os peque?os que miran a los de secundaria, los de secundaria que miran a los universitarios y ellos que ven a los profesionales. Todos imitan lo que ven, y no hay muchos jugadores que quieran hacer el trabajo all¨ª (en la zona). Un p¨ªvot tiene que hacerlo todo. Tiene que preocuparse por el otro interior, los aleros y los exteriores. Las otras posiciones pueden preocuparse s¨®lo por su hombre, pero el center tiene que hacer todo el trabajo sucio ", apuntar¨ªa Moses en su libreto de lecciones.

Moses Malone consigui¨® el reconocimiento de m¨¢ximo reboteador de la NBA en seis ocasiones, cinco de ellas de forma consecutiva. 16.212 atajadas tras el contacto con el tablero le convierten en el quinto mayor reboteador de la historia de la competici¨®n, s¨®lo por detr¨¢s de Wilt Chamberlain, Bill Russell, Kareem Abdul-Jabbar y Elvin Hayes. Muy por delante de Dannis Rodman (11.954), quien, a?os despu¨¦s, llevar¨ªa a c¨¢tedra la disciplina que Malone entend¨ªa como un arte desenfadado. "Solo me sentaba y trataba de analizar y reaccionar. Me fijaba mucho en el ¨¢ngulo de la pelota y en la trayectoria que segu¨ªa. Ten¨ªas a Larry Bird, que iba a darle mucha curva a sus tiros. A Magic, que pod¨ªa darle efecto tambi¨¦n. Cuando Michael (Jordan) tiraba, yo me posicionaba de una manera determinada. Ahora, la pelota da en el aro y sale hacia all¨¢. Lo apunto, entonces yo tengo que ir a ese lado. Boom, ahora aqu¨ª. Ahora hacia el otro lado. Boom, luego para el de m¨¢s all¨¢. Apunto que ahora aqu¨ª. As¨ª que b¨¢sicamente empec¨¦ a aprender c¨®mo colocarme para poder hacerme con la pelota", explica "el gusano" en The Last Dance. Moses lo simplificar¨ªa mucho m¨¢s: "Me coloco y voy hacia el tablero".

Lo suyo era una relaci¨®n cuasi natural. Especialmente, cuando se habla del lado ofensivo, donde ocupa la primera posici¨®n: con 7.382 rebotes, aventaja a cualquiera de forma insultante. El siguiente en la lista es Artis Gilmore, con 4.816. M¨¢s all¨¢ del total, es el jugador con mejor promedio en una carrera (5,1), tambi¨¦n en una temporada (7,2 en la 1978-79), el que consigui¨® la cota m¨¢s alta en un curso (587 en la 1978-79) o el que tiene el r¨¦cord en un solo partido (21). "El rebote ofensivo es la parte m¨¢s complicada del baloncesto. En mi opini¨®n, Moses es el mejor reboteador ofensivo que ha habido en este deporte", asegur¨® Red Auerbach. Los datos, del lado del segundo entrenador m¨¢s laureado de la historia; lo visual, de una idiosincrasia pocas veces vista a lo largo de la historia. Su baloncesto se pod¨ªa describir. Salvaje, fuera de todo control, parte de ese caos que tiende al orden, que en medio de lo indescifrable esconde patrones. Un fractal. Saltaba m¨¢s que veces que nadie y fallaba como pocos, al mismo tiempo que suced¨ªa todo lo contrario. La simplicidad m¨¢s simple es la que suele esconder, tras el tel¨®n, la complejidad m¨¢s compleja.

Aunque lo negar¨ªa, muchos aseguraron que Malone fallaba sus tiros a prop¨®sito, a sabiendas de que el rebote ser¨ªa suyo. Lo utilizaba como recurso para avanzar hasta encontrar una posici¨®n c¨®moda de tiro. Y lo har¨ªa. Con 27.409 puntos, es el noveno m¨¢ximo anotador de la historia de la NBA. En buena medida, gracias a su acad¨¦mico empe?o en el tiro desde la l¨ªnea de personal: sab¨ªa que sus viajes ser¨ªan muchos y no ces¨® hasta convertirlos en un seguro. Termin¨® su carrera con un 76% de aciertos en tiros libres, pasando del 61,2% de su segunda temporada profesional al 83,1% en la 1990-91, en Atlanta. Todo ello hace que sea, junto a Kareem Abdul-Jabbar, Wilt Chamberlain y Elvin Hayes, uno de los cuatro ¨²nicos jugadores de la NBA que han acumulado durante su carrera m¨¢s de 25.000 puntos y 15.000 rebotes.

"Mumbles" Malone quedaba atr¨¢s para dejar paso a "The Chairman of the Boards", el mandam¨¢s de los tableros. Hab¨ªa vendido su alma a Cronos: estaba en la posici¨®n adecuada cuando las manijas del reloj marcaban en punto, ni un segundo de m¨¢s, ni de menos. "Puedes pasarte todo el tiempo fuera de la zona, lo importante es que cuando caiga el bal¨®n sea tuyo", explica Charles Barkley. Lecci¨®n aprendida.

Con tu permiso, Karl

"Es con un profundo sentimiento de tristeza que la familia Sixers lamenta la repentina p¨¦rdida de Moses Malone. Es dif¨ªcil expresar lo que sus contribuciones a esta organizaci¨®n, tanto como amigo como como jugador, han significado para nosotros, la ciudad de Filadelfia y sus fieles seguidores. Moses ocupa un lugar especial en nuestros corazones y siempre ser¨¢ recordado como un ¨ªcono y pilar genuino de la era con m¨¢s historia en la historia del baloncesto de los Philadelphia 76ers. Nadie ha transmitido m¨¢s con tan pocas palabras, incluidas tres de las m¨¢s emblem¨¢ticas de la historia de esta ciudad. Echaremos de menos su generosidad, personalidad imponente e incomparable sentido del humor. Mantendremos a su familia en nuestros pensamientos y oraciones y cuando se nos recuerde una vez m¨¢s lo precioso de la vida". El 13 de septiembre de 2015, en un hotel de Virginia, Moses Malone abandonaba este mundo. Seg¨²n el informe forense, a causa de una enfermedad cardiovascular que, d¨ªas atr¨¢s, ya le hab¨ªa avisado. As¨ª se lo hizo saber Kevin Vergara, amigo ¨ªntimo del jugador, al Richmond Times-Dispatch. Ese mismo d¨ªa, ten¨ªa programado participar en un torneo ben¨¦fico de golf; pero, tras no presentarse al desayuno ni contestar a las llamadas, su cuerpo ser¨ªa encontrado, sin vida, en su habitaci¨®n.

Atr¨¢s, quedaban 21 temporadas de baloncesto al m¨¢ximo nivel. Despu¨¦s de Philadelphia, llegar¨ªan Washington, Atlanta, Milwaukee y San Antonio. Una carrera de 20,3 puntos de promedio y 12,3 rebotes afeada por el final de su matrimonio, con Alfreda Gil, entre ¨®rdenes de alejamiento y acusaciones de adulterio y amenazas. Los hechos nunca llegar¨ªan a esclarecerse, pero no le privar¨ªan del cari?o de sus hijos: "Nos ense?¨® a trabajar duro y a respetar a las personas, a amar a su familia y a hacer siempre lo correcto. Era una buena persona. Siempre estuvo ah¨ª para ayudar a la gente. Se preocupaba por las personas que ten¨ªan menos que ¨¦l", declarar¨ªa uno de sus dos hijos, Moses Malone Jr., tras su muerte.

Ahora, su 24 cuelga del Toyota Center y su 2 del Wells Fargo, junto al 3 de Allen Iverson, el 13 de Chamberlain, el 32 de Cunningham, el 34 de Barkley o el 6 de su querido Erving. "No era un hombre de muchas palabras", empezar¨ªa este ¨²ltimo en 2001, cuando Malone entraba a formar parte del Hall of Fame, "pero detr¨¢s de esos ojos hab¨ªa una mente brillante. Iba por delante de todo el mundo durante la mayor parte del tiempo".

Hasta del propio tiempo. Le gan¨® la partida y ¨¦ste se cabre¨® con ¨¦l. Ni su prematura muerte (a los 60 a?os) ni la inabarcable retah¨ªla de reconocimientos personales (recordemos, 3 MVP, 12 All Star NBA, 1 All Star ABA, 6 a?os l¨ªder en rebotes... adem¨¢s de 8 All NBA o 2 All Defensive) ni su inclusi¨®n, en 1996, entre los 50 mejores jugadores en la historia de la NBA (seleccionados por el 50 aniversario de la competici¨®n). Ni siquiera su ¨²ltimo tiro como jugador, a una mano, sobre la bocina y desde su propio campo, engrandeci¨® una leyenda cuyo eco en la eternidad no correlaciona con su peso. De vez en cuando, asoma, como en los 54 puntos de Fred VanVleet frente a Orlando Magic, marca que superaba el m¨¢ximo de anotaci¨®n de un jugador no drafteado, establecido por Moses en 1982 (53); pero su nombre no es tan com¨²n como el de otros. Y su apellido, que resuena con m¨¢s asiduidad, queda monopolizado por Karl, el tambi¨¦n Hall of Fame y 2 veces MVP de Utah. Otro jugador legendario, que merece todos los reconocimientos habidos y por haber... pero que es segundo en su estirpe. Como m¨ªnimo, en la cronolog¨ªa del linaje.