No por esperado ser¨¢ menos doloroso. Para todos. Fernando Torres dejar¨¢ el Atl¨¦tico al t¨¦rmino de la temporada. Simeone le abri¨® la puerta y a ¨¦l no le ha quedado m¨¢s remedio que digerir su salida. De por s¨ª la decisi¨®n puede entenderse como traum¨¢tica desde la perspectiva de cualquier aficionado rojiblanco y al f¨²tbol. Torres no pondr¨¢ fin a su carrera en el club que quer¨ªa, un ep¨ªlogo demasiado triste para una figura de su trascendencia.
Simeone no ha sabido gestionar el asunto con sensibilidad. Seguramente no ha querido hacerlo, pero en el trasfondo va a quedar para siempre aquel desd¨¦n del t¨¦cnico argentino al comparar a Torres con Vietto y Gameiro como un acto de cierta desconsideraci¨®n. Sorprendi¨® el ¡®feo¡¯ de Simeone. Desde?¨® la personalidad emblem¨¢tica de Torres, una actitud desconocida en un entrenador que ha cultivado un modelo de ¨¦xito a base de trabajo y emociones. Nadie como los canteranos representan este doble esp¨ªritu. El crecimiento del Atleti no hubiera sido tal sin futbolistas como Gabi, Koke, Sa¨²l, Lucas o Thomas. El regreso de Torres encajaba con esta filosof¨ªa.
Esto era para Cruyff una cuesti¨®n innegociable. ¡°Los mejores equipos de la historia ten¨ªan seis o siete canteranos¡±, repet¨ªa hasta la saciedad. Simeone puede presumir de haber respetado esta m¨¢xima. Por eso cuando no quiso reparar en la singularidad propia de Torres se atac¨® a s¨ª mismo y a todo lo que ha construido en el Atl¨¦tico. Obviando en este caso las motivaciones futbol¨ªsticas de Simeone, que nadie se las quita aunque se podr¨ªan poner algunos asteriscos, las torpes formas del argentino discreparon con su manera de ver este deporte. La inmunidad bien conquistada por Simeone soporta aquel desaire p¨²bico. Cualquier seguidor rojiblanco le perdona con raz¨®n todo lo que haga o diga. Con Torres ocurre lo mismo. Eso s¨®lo pasa con los s¨ªmbolos.