Hallan una misteriosa cara esculpida en Huelva
El rostro de un se?or mayor y barbudo ha sido tallado por un artista desconocido en los acantilados de la playa del Rompeculos.
Probablemente no han sido los alien¨ªgenas ni se trata de una gran conspiraci¨®n. Pero no deja de tener cierto aura de misterio la aparici¨®n acontecida recientemente en la playa del Rompeculos -curioso nombre-, en Huelva. En la pared de uno de los acantilados de la zona, ha hecho acto de presencia el rostro tallado de un anciano barbudo. De frente arrugada y ojos intensos, parece estar oteando el horizonte. Recordando tiempos de su juventud marinera.
La obra no consta de ninguna firma o identificaci¨®n. Y este anonimato no hecho sino engrosar la curiosidad de los habitantes de la zona. Un toque de virtuosismo que adorna el entorno natural, a?adiendo un nuevo reclamo para los ba?istas. Aunque no todos ven con tanta candidez el derroche escult¨®rico. Informativos Telencinco acudi¨® con sus c¨¢maras al lugar de los hechos, y encontraron opiniones de todo pelaje.
Aunque el sentir general es de admiraci¨®n hacia el artista desconocido, tambi¨¦n hubo alg¨²n visitante que se quej¨® de que ese tipo de acciones eran poco menos que vandalismo. Incluso ha habido debate acerca de los rasgos de la cara empedrada. Desde los que opinan que es un se?or de La India hasta los que creen que se parece m¨¢s a un presidente norteamericano de los del Monte Rushmore.
Trazos de un cincel
En cualquier caso, ha sido un indudable revulsivo para el lugar, ubicado en el municipio de Palos de la Frontera. No es una playa precisamente peque?a. Tiene unos 3 kil¨®metros de longitud. A pesar de que no hay edificaciones alrededor -chiringuitos, comercios...-, s¨ª que recibe diariamente a bastantes ba?istas que eligen sus costas para refrescarse cuando llega el verano.
Ahora, con m¨¢s motivo a¨²n. Porque, aparte de tener la oportunidad de dejarse abrazar por su oleaje, los que acudan a Rompeculos podr¨¢n recrearse en el enigma del viejo ajado de piedra. Detr¨¢s de una abundante capa de vello facial que no es, en realidad, m¨¢s que el rastro de los golpes de un cincel. Sea quien sea el autor, debe haber quedado satisfecho al ver el sincero inter¨¦s que su maquinaci¨®n ha despertado.
