Un estudio cient¨ªfico asegura que el color rosa no existe
Si se observa el espectro de luz visible, no se encuentra ning¨²n color que equivalga al rosa, sin embargo, somos capaces de percibirlo, ?por qu¨¦ ocurre?
Uno un d¨ªa se entera de que el color rosa no existe. Preocupado, mira a su alrededor en busca del objeto que le confirme que esto solo puede ser un malentendido, pero nada en su habitaci¨®n es capaz de darle esta seguridad que de repente tanto necesita. ¡°?Ser¨¢ verdad que el rosa no existe?¡±, se pregunta. Busca angustiado en los cajones hasta que, por fin, encuentra la mu?eca con la que su hermana jugaba de peque?a y esta, a pesar del paso del tiempo, sigue siendo rosa. Respira aliviado. Pero ahora se siente enga?ado, ?qu¨¦ quer¨ªa decir, entonces, eso de que el rosa no existe? ?Acaso los colores pueden aparecer y desaparecer? ?O es que el rosa nunca existi¨®? ?Qu¨¦ ser¨¢ lo siguiente, el marr¨®n, el n¨²mero diecisiete, el nornoroeste?
Rosa palo desaparecido
El rosa s¨ª existe. O no. Cada a?o nuestra sociedad se vuelve un poco m¨¢s cient¨ªfica y, consecuentemente, tambi¨¦n lo hace nuestro lenguaje. ?Existe el rosa cient¨ªficamente? Pues no, seg¨²n concluye el estudio cient¨ªfico ¡®Why pink doesn¡¯t exist¡¯. ?Deber¨ªamos obedecer los preceptos cient¨ªficos a la hora de entender la realidad? A veces, quiz¨¢s, pero desde luego no lo hacemos la mayor parte del tiempo, as¨ª que, en ese sentido, el rosa es tan real como las leyes de Newton. Para todos aquellos racionalistas positivistas, seguidores del CERN, aduladores de Einstein, buscadores de f¨®rmulas, leyes y teor¨ªas, el rosa no ¡°existe¡± puesto que la existencia debe poder ser objetivizada y comprobada racionalmente. Aquellos que, por el contrario, crean que la realidad es algo m¨¢s que part¨ªculas y reacciones de causa-consecuencia, podr¨¢n argumentar que la experiencia, por suerte, no sigue siempre un punto de vista objetivo y que el rosa es ¡°real¡± porque se percibe como real, pero ?y si esto tampoco fuera as¨ª?
Rosa chill¨®n positivista l¨®gico
Llamamos espectro visible o luz visible a la parte de la radiaci¨®n electromagn¨¦tica que puede percibir el ojo humano, este espectro abarca, aproximadamente, a longitudes de onda entre los 400 y los 700 nan¨®metros y seg¨²n la posici¨®n en el espectro vemos un color u otro. Como en los dos extremos del espectro visible encontramos el rojo y el violeta, lo que se encuentre por debajo del mismo se denominar¨¢ ¡°ultravioleta¡± (rayos gamma, rayos X, etc.) y lo que se encuentre por encima ¡°infrarrojo¡± (ondas de radar, microondas, etc.). Si observamos detenidamente el espectro visible veremos la evoluci¨®n del violeta al rojo, pasando por el azul, verde, amarillo y naranja. Pero no el rosa. Esto ocurre porque el rosa es, en realidad, una combinaci¨®n entre la luz roja y la luz violeta. Los receptores de la retina humana solo pueden captar longitudes de onda y no hay ninguna que se equivalga al rosa. Sin embargo, cuando la luz se refleja en un objeto y emite cantidades similares de luz roja y violeta, aunque nuestros receptores capten por separado las dos frecuencias l¨ªmite del espectro, nuestros ojos las combinan y dan lugar al rosa. El rosa es, por tanto, la conjunci¨®n de los extremos. El rosa no es ni de izquierdas, ni de derechas, ni de centro, el rosa es apol¨ªtico.
Rosa fucsia estructuralista
Alg¨²n lector perspicaz se habr¨¢ dado cuenta de que en el espectro tampoco est¨¢n el marr¨®n o el gris, por ejemplo. E incluso, si nos fijamos m¨¢s atentamente, veremos que la presencia del naranja se nos hace menos evidente que la del resto de colores. Si le hubi¨¦ramos mostrado esta misma escala crom¨¢tica a Crist¨®bal Col¨®n, jam¨¢s hubiera dicho que en ella hay m¨¢s de cinco colores porque, aunque nos parezca inveros¨ªmil, el t¨¦rmino ¡°naranja¡± se emplea para referirse a la fruta desde el s. XIII, pero no fue hasta 300 a?os m¨¢s tarde en 1542 cuando comenz¨® a usarse para nombrar un color. ?Exist¨ªa el naranja, incluso antes de ser nombrado? El debate sobre si el lenguaje estructura la realidad o es la realidad la que da forma al lenguaje, ha dado dolores de cabeza a muchos fil¨®sofos y, en lo relacionado con los colores, los estructuralistas se anotan un punto. Aunque nuestras retinas sean todas pr¨¢cticamente id¨¦nticas, hay culturas que reconocen colores que otras no, y viceversa. Lo cierto es que dentro del espectro podemos reconocer cientos de miles de variaciones crom¨¢ticas y los l¨ªmites a la hora de establecer d¨®nde empieza y acaba un color son arbitrarios. Tanto el pueblo berinmo de Pap¨²a Nueva Guinea como los tsiman¨¦s de la Amazonia peruana usan el mismo t¨¦rmino para el verde y el azul. Los tsiman¨¦s viven en una realidad verde y solo tienen nombres para el rojo, el blanco y el negro. ¡°?Pero c¨®mo van a pensar que la hierba y el mar son del mismo color?¡±, podr¨ªamos decir, a lo que alguien podr¨ªa responder: ?acaso el mar es ¡°azul¡± o, m¨¢s bien, adopta much¨ªsimas tonalidades diferentes, a veces a lo largo de un mismo d¨ªa, y nosotros las reunimos todas en un solo t¨¦rmino: azul?
Para evidenciar la complejidad del asunto se puede hacer un peque?o experimento. Pruebe un trozo de una comida que le guste u observe un color cualquiera. Ahora intente describ¨ªrselo a alguien y comprobar¨¢ que si no recurre a otros colores o sabores, es imposible. Estamos frente al problema de la Qualia, uno de los mayores dilemas de la ciencia moderna. Cuando se ha probado el chocolate hemos sentido un n¨²mero de cosas, cierto placer, cierto bienestar ?Es dulce? S¨ª. ?Est¨¢ rico? Probablemente. ?Define esto nuestras percepciones? Ni de cerca. Hay mucho m¨¢s. ?Puede entender lo que sentimos alguien que nunca ha probado el chocolate? ?C¨®mo sabr¨ªamos que siente lo mismo si no podemos comunicarlo? Es como si hubiera una barrera que nos impidiera pasar de la experiencia subjetiva a la comunicaci¨®n e incluso la ciencia moderna, que todo lo pronostica y todo lo explica, no puede derribarla. La qu¨ªmica puede explicar qu¨¦ componentes tiene el chocolate, mientras que la neurociencia puede determinar c¨®mo los procesa nuestro cerebro, pero el salto de lo que ocurre biol¨®gicamente a nuestra experiencia, sigue siendo un misterio. Los qualia son la esencia de nuestra conciencia, son todo lo que sentimos cuando vemos un color y esto es mucho m¨¢s que el color mismo. La consecuencia de esto es que nunca vemos exactamente el mismo color, sino que cada percepci¨®n es diferente, solo que cuando las comunicamos, debemos admitir nuestro fracaso y reducirla a una simple palabra: ¡°es rosa¡±.
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