Enfado en el Samur: dos hermanos trans con ¡°cuerpos masculinos¡± usan el vestuario femenino
La aplicaci¨®n de la Ley Trans ha hecho que un centenar de trabajadoras haya presentado una queja formal a la direcci¨®n por situaciones inc¨®modas en el vestuario.
Una carta remitida a la direcci¨®n del Servicio de Asistencia Municipal de Urgencia y Rescate, SAMUR, de Madrid, ha sacado a la luz un nuevo problema de la Ley Trans que afecta a m¨¢s de 100 mujeres en su sede.
Dos compa?eros, hermanos, afirman ser ahora mujeres y, por tanto, tienen pleno derecho a utilizar el vestuario femenino, creando situaciones inc¨®modas para la gran mayor¨ªa de ellas, sobre todo por la actitud de uno de ellos.
Lo que dice la Ley Trans
La llamada ¡®ley trans¡¯ reconoce la voluntad de la persona como ¨²nico requisito para cambiar de sexo en el registro a partir de los 16 a?os. Ya no ser¨¢ obligatorio presentar informes m¨¦dicos o psicol¨®gicos que acrediten disforia de g¨¦nero, ni tampoco es necesario estar en un proceso de hormonaci¨®n o haberse sometido a operaciones para modificar la apariencia.
La queja a la direcci¨®n del SAMUR
El cambio de sexo de los dos hermanos, que se consideran mujeres y se han registrado as¨ª en el trabajo, en su vida privada (como pueden ser sus redes sociales), mantienen la condici¨®n de ¡°hombres¡±, y uno de ellos aparece con su mujer y su hijo, tal y como cuenta El Mundo.
La queja que han presentado por escrito es que ¡°varias trabajadoras del Samur, al compartir vestuario, hemos sido vistas desnudas o en ropa interior, sinti¨¦ndonos muy inc¨®modas por ello. Estos sentimientos se les han expresado a las nuevas usuarias, que, innecesariamente bajo nuestro parecer, recorren casi la totalidad de las dependencias, atravesando de extremo a extremo del pasillo central y haciendo uso de las duchas y aseos de la zona m¨¢s distante a la ubicaci¨®n de sus taquillas, cuando disponen de unos muy pr¨®ximos a ellas¡±, afirman en la carta.
¡°En estas ocasiones se les ha solicitado que el respeto sea mutuo y que intenten evitar estas situaciones. Sorprendentemente, la respuesta de alguna de ellas ha sido: ¡®No me da la gana¡¯, ¡®este es mi vestuario¡¯, ¡®este es mi derecho¡¯, ¡®entro y salgo por donde me da la gana¡¯. Todos conocemos sus derechos y los respetamos, pero sus respuestas, con actitud desafiante, denotan una falta de decoro y respeto hacia las compa?eras que resulta intolerable¡±.
Piden que sus nuevas compa?eras hagan uso de las cabinas llamadas p¨²dicas, para evitar esta situaci¨®n inc¨®moda en las dem¨¢s. Y hacen un llamamiento, ¡°no estamos dispuestos a admitir la p¨¦rdida y anulaci¨®n de los derechos de ninguna de las mujeres trabajadoras, nacidas mujeres, con aspecto f¨ªsico de mujeres. Muchas de nosotras sentimos que hemos perdido totalmente nuestro derecho a la intimidad al cambiarnos de ropa o al ducharnos, temiendo el momento de entrar al vestuario por si nos cruzamos con una de estas personas. Una opci¨®n pudiera ser habilitar un tercer vestuario para personas con identidad femenina que mantienen su anatom¨ªa masculina¡±, finaliza la carta.
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