Horche: un alcalde de 22 a?os para 3.000 personas
Hab¨ªa terminado la Semana Santa. Hac¨ªa calor. Entre las calles de un lugar perdido de La Alcarria, Alberto Ruiz Guijarro guarda su plan pol¨ªtico en el mismo caj¨®n donde conserva las fotograf¨ªas de mil veranos.
¡°Todo esto habr¨ªa que soterrarlo¡±, juzga Alberto, con la mano derecha apuntando a la mara?a de cables que se apelotonan en la fachada de un edificio derruido y la izquierda en el bolsillo. ¡°Y all¨ª igual¡±, observa convencido, se?alando al otro extremo de cordones negros, algunos pelados, que cruzan la calle en una imagen deconstruida y rural de apa?os el¨¦ctricos que juegan a ser luces navide?as. Pero no es diciembre, sino abril; y el calor de la calle no anuncia churros y chocolate, sino el ruido indiscreto de una todav¨ªa lejana campa?a electoral en plena Semana Santa.
Horche es un peque?o municipio de algo m¨¢s de 2.750 habitantes situado en el coraz¨®n de La Alcarria, sobre el valle del r¨ªo Ungr¨ªa. Desde hace casi tres d¨¦cadas, el ayuntamiento ha sido un basti¨®n socialista. Sin embargo, la ca¨ªda del ¡°candidato de siempre¡± ha abierto la puerta a una impredecible oposici¨®n que, en un ajuste de cuentas con el tiempo, ha presentado un peculiar nombre.
Identificado con el pueblo, jam¨¢s con la ciudad
Alberto Ruiz Guijarro naci¨® en el a?o 2000 y figura el primero en la lista del Partido Popular para las municipales. No tiene referentes pol¨ªticos, pero s¨ª recuerda ¡°la Espa?a de Aznar¡± como ¡°una buena ¨¦poca¡±. Su corta vida hace imposible cualquier tipo de trayectoria pol¨ªtica; no tiene experiencia en despachos y, durante la entrevista, se muestra nervioso. Cuando concluye, seg¨²n pone un pie en las calles estrechas y laber¨ªnticas del pueblo, un esp¨ªritu diferente le invade.
¡°La gente me ha visto crecer porque he estado muy implicado en la sociedad civil¡±, dice con una mueca de orgullo, justo antes de contar sus experiencias tocando en La Ronda, dej¨¢ndose ver por la hermandad de San Isidro, ayudando en los encierros o ¡°sacando los pasos por Semana Santa, hace unos d¨ªas¡±.
Su voz es la de un vecino m¨¢s. Identificado con el pueblo, jam¨¢s con la ciudad. Representado por sus compa?eros de quinta y de aventuras veraniegas a resguardo del calor alcarre?o en las fr¨ªas y h¨²medas bodegas horchanas. ¡°Es una pol¨ªtica m¨¢s cercana, no se trata de dar grandes m¨ªtines¡±, dice mientras gira una calle; y vuelve a torcer otra esquina: ¡°Implicarte en el d¨ªa a d¨ªa, no ir a eventos enormes¡±. El ¨²ltimo quiebro, casi por arte de magia, convierte una vereda empedrada y humilde, cubierta por dos balcones a?ejos, uno de ladrillo, en la plaza del ayuntamiento. ¡°Es simplemente dar paseos, encontrarte a la gente, hablar con ellos¡±.
En la puerta de uno de los tres bares que hay en Horche todos saludan a Alberto. Adolescentes y ancianos por igual. ¡°Aqu¨ª la juventud es m¨¢s de derechas que la gente mayor¡±, sus manos hacen el adem¨¢n de quien intenta transmitir algo f¨¢cil de comprender pero dif¨ªcil de explicar. ¡°En los pueblos queremos m¨¢s a la tradici¨®n. Nos gusta la caza, los toros, la Semana Santa¡±, baja los brazos y asiente: ¡°En las grandes ciudades no ocurre eso, est¨¢n menos implicados¡±. En ese mismo instante, atento, como si tuviera ojos en la nuca, abre la puerta para que salga un hombre con dos tercios de cerveza congelada.
Cuando se le pregunta por el coste de oportunidad que conlleva una decisi¨®n como esta, respira hondo y, sincero, confiesa: ¡°No poder prosperar mucho en lo que he estudiado, en mi grado universitario¡±. Adem¨¢s de candidato por el Partido Popular en Horche, Alberto es licenciado en una ingenier¨ªa de electr¨®nica de comunicaciones. Su gran aval, la prueba de que s¨ª tiene algo que aportar.
Se da cuenta y se crece. Menciona, de golpe, su apuesta por ¡°la digitalizaci¨®n, que puede ayudar a atraer j¨®venes¡± y su idea de ¡°plan urban¨ªstico, tambi¨¦n para que vengan familias¡±. Todo, ¡°sin dejar de lado el papel y el boli¡±, pues ¡°no vas a cambiarle a las personas mayores la forma de hacer tr¨¢mites¡±, pero con la seguridad de que ¡°un pueblo sin juventud es un pueblo muerto¡±. Aprieta los dientes y sonr¨ªe aliviado, est¨¢ contento con su respuesta.
De un lugar perdido de La Alcarria
Aunque sabe que tiene muchos apoyos, tambi¨¦n es consciente de la incertidumbre que genera su edad. ¡°Hay personas que son reacias a votarme por ser joven, pero tengo la suficiente madurez para gobernar un pueblo¡±; de repente, como un flashazo en forma de slogan, pronuncia nervioso: ¡°Horche necesita un cambio y estoy dispuesto a liderarlo¡±.
Y da la sensaci¨®n de que la transformaci¨®n que quiere comandar no guarda relaci¨®n con una pol¨ªtica de frases estudiadas, sino con la defensa de todo lo que le rodea. De su familia y de sus amigos; de las bodegas h¨²medas y los bares secos; de los que barren para casa y de los que matan cucarachas con la escoba. De un lugar perdido de La Alcarria. De su vida. En la terraza del bar, vuelve a perder la vista en el fondo de la plaza: ¡°?Ves? All¨ª tambi¨¦n habr¨ªa que soterrarlo¡±.