Desde Buckingham: as¨ª se vivi¨® el hist¨®rico adi¨®s de Isabel II

¡°Taca-taca-taca-taca¡±. Londres amaneci¨® con el golpe de las palas del helic¨®ptero de Scotland Yard, que sobrevolaba la ciudad en forma de mal augurio. Era un sonido taladrante que regateaba a las nubes y romp¨ªa la armon¨ªa de los jardines del Memorial, a pocos metros de Buckingham Palace, aunque los turistas parec¨ªan no reparar en ello, y los locales a¨²n menos. Todav¨ªa, en ese momento, muchos permanec¨ªan ajenos a lo que estaba sucediendo en el Castillo de Balmoral, en Escocia, a m¨¢s de 800 kil¨®metros del palacio.

Pero las horas pasaron, las noticias sobre un agravamiento del estado de salud de la reina Isabel II se fueron extendiendo y Green Park y St James¡¯ Park se convirtieron, poco a poco, en el escenario de una procesi¨®n de curiosos. Patriotas y turistas, a partes iguales, se apostaron contra las altas verjas de Buckingham a la espera de m¨¢s novedades y de un refugio para evitar la intensa lluvia que cubr¨ªa la capital, que no ces¨® hasta que la bandera brit¨¢nica se alz¨® a media asta en lo alto del palacio.

Eran las seis y media de la tarde y el helic¨®ptero dej¨® de sonar. La reina hab¨ªa muerto. No hab¨ªa llantos, gritos, ruido de motores, ni pasos¡­ hasta los periodistas acreditados se quedaron callados antes de pasar los minutos m¨¢s eternos de sus vidas. ¡°Ha sido un shock¡±, repet¨ªan a su vez todos los entrevistados al Diario AS, que estuvo all¨ª para contarlo. Pero la gente no paraba de llegar, la plaza que rodea el Victoria Memorial se llen¨® con m¨¢s de 5.000 personas y la lluvia volvi¨® a aparecer para transformar Buckingham en un mar de paraguas que cantaban ¡°God Save the Queen¡± por ¨²ltima vez.

¡°Es realmente triste. Nadie puede sustituirla, por lo menos en esta naci¨®n¡±, sentenci¨® John, un veterano ataviado con su viejo uniforme y con una insignia del Jubileo de Platino, que se celebr¨® el pasado mes de junio para conmemorar el aniversario de los 70 a?os del reinado de Isabel II. 70 a?os de una historia que parec¨ªa inagotable hasta para los m¨¢s j¨®venes, curiosamente, mayor¨ªa abrumadora a las puertas del palacio (?son m¨¢s nost¨¢lgicas las nuevas generaciones?).

¡°Estaba en la cama tirada, mir¨¦ mi m¨®vil y lo ten¨ªa lleno de mensajes de amigos y familia. Uno de ellos era de mi madre, desde Nottingham, que me pregunt¨®: ¡°?Vas a ir a Buckingham?¡±, cont¨® Tamsim, que vive en Londres y no quiso ver el resto de mensajes. ¡°Me vest¨ª de negro y aqu¨ª estoy. Realmente, mis amigos est¨¢n confusos porque he venido y no todo el mundo en Inglaterra ama a la reina o la monarqu¨ªa, pero pens¨¦ que era un momento hist¨®rico y que necesitaba estar aqu¨ª. Llevaba tiempo esperando esto¡±, remat¨® la trabajadora brit¨¢nica de 30 a?os.

La ¡®Spanish Society¡¯, los taxis negros y los escaladores del Victoria Memorial

Muy a pesar del Brexit, Espa?a sigue teniendo una presencia notable en Reino Unido, y lo de ayer en Buckingham fue el mejor ejemplo. Cientos de espa?oles formaron una peque?a ¡®Spanish Society¡¯ en los alrededores del palacio, donde mostraron sus respetos a la monarca. Es el caso de Santiago, un estudiante mallorqu¨ªn que lleva desde los dos a?os en Londres y que se enter¨® de que la reina hab¨ªa fallecido al encontrarse a un amigo. ¡°Le he saludado muy alegremente y estaba tan compungido que me ha extra?ado y he tenido que mirar el m¨®vil. Creo que a partir de ahora nos vamos a unir y vamos a ver el legado que ha dejado Isabel II¡±, vaticin¨®.

Mientras tanto, los ¡®black cabs¡¯, los famosos taxis de Londres, se dispon¨ªan a lo largo de The Mall, una de las calles que desembocan en Buckingham, que de pronto se encontr¨® con una hilera de 300 veh¨ªculos negros sin conductores. La ciudad se hab¨ªa parado definitivamente y el palacio ya era el centro de Londres, hasta donde llegaron los m¨¢s imprudentes, que empezaron a escalar el monumento del Victoria Memorial, de 25 metros de altura, como si fuera un roc¨®dromo. Se estaban jugando la vida, en plena tormenta, pero llevaban la bandera brit¨¢nica, as¨ª que cuando consiguieron encaramarse a la parte m¨¢s alta del monumento, la gente no tuvo m¨¢s remedio que romper a aplaudir.